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De nuevo el Eln
El mensaje es claro y contundente. Las armas no tienen espacio en la Colombia de hoy.
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Domingo, 20 de Noviembre de 2022

César Gaviria y los diálogos con la coordinadora guerrillera Simón Bolívar; Ernesto Samper con el Acuerdo de Puerta del Cielo; Andrés Pastrana y la Convención Nacional; Álvaro Uribe en Cuba con su comisionado de paz y, finalmente, Juan Manuel Santos en Quito y La Habana con un cese bilateral al fuego que estuvo listo. Todos los presidentes de Colombia en las últimas 3 décadas, con excepción de Iván Duque, intentaron negociar con la guerrilla del Eln. Ahora, al inicio del gobierno de Gustavo Petro, se emprende un nuevo esfuerzo y ojalá a la sexta sea la vencida.

La coyuntura política interna no puede ser mejor. La llegada al poder de un ex guerrillero firmante de un acuerdo de paz que dejó las armas, se reincorporó y defendió sus ideas por 30 años en la legalidad, es la mayor demostración de los cambios en la sociedad, impulsados primero por la Constitución del 91 y posteriormente por los acuerdos con las Farc. De hecho, muchas de las reivindicaciones de esa guerrilla avanzan en el nuevo gobierno, en un ambiente de consensos democráticos. La definición de una participación ciudadana vinculante, planteada en los diálogos regionales del Plan Nacional de Desarrollo; el proyecto de acto legislativo que reconoce a los campesinos como sujetos de derecho especiales o las reformas planteadas al sector hidrocarburos, son iniciativas claves de Petro, que coinciden con propuestas históricas del Eln.

El mensaje es claro y contundente. Las armas no tienen espacio en la Colombia de hoy. No existe justificación política alguna para persistir en la violencia. El camino es la democracia con alternancia y no la lucha armada. El Eln no se puede quedar en los discursos del siglo pasado. Por eso, la gran pregunta que la mayoría de colombianos nos hacemos no es sobre la voluntad de paz del gobierno Petro, demostrada en forma suficiente, sino por la decisión del Eln de dejar las armas y actuar en la civilidad. Las declaraciones y las acciones de los elenos siembran dudas en muchas ocasiones. Es clave entonces que la nueva mesa que se abre mañana tenga como objetivo unos acuerdos definitivos y no simplemente un diálogo nacional sin metas definidas.

Tenemos una gran oportunidad y ojalá se concrete porque hay territorios que sufren mucho. Hay que avanzar rápido en acuerdos humanitarios para proteger a la población civil. Habrá grandes desafíos y obstáculos en el camino. Cada proceso de paz es distinto y no se pueden aplicar las mismas recetas. La designación del equipo negociador del gobierno anunciada es un muy buen arranque. Otty Patiño como jefe de la delegación oficial conoce del tema y tiene la necesaria madurez y cercanía con el jefe de Estado; Iván Cepeda es garantía de seriedad, tenacidad y compromiso con la paz y la sorpresa es José Félix Lafaurie, sin duda una apuesta arriesgada, pero lógica al fin de cuentas, que ojalá salga bien.

Se abre entonces una nueva esperanza para los colombianos y en especial para regiones como el Norte de Santander. En nuestro caso el daño que ha hecho el Eln es inmenso. En la última década del siglo anterior emprendieron una demencial ofensiva de secuestros, atentados terroristas y asesinatos, que condenó a la región a una violencia absurda que aún hoy sufrimos. Dentro de sus bárbaras y condenables acciones asesinaron entre otros, a Eustorgio Colmenares en la terraza de su casa en 1993 y 4 años después en 1997, a mi padre, Jorge Cristo, al llegar a su consultorio médico. Atentados cobardes y criminales. A pesar de esa dura circunstancia personal, sigo creyendo que es la negociación política y no el aniquilamiento militar el camino para lograr la paz y evitar más víctimas en este país. La coyuntura internacional, la ola reformista interna y el equipo negociador anunciado, son razones para el optimismo. Ojalá el Eln entienda que no hay mejor momento y que esta será su última oportunidad de un acuerdo de paz con el Estado.

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