Es incuestionable que los gobernantes tienen la facultad de nombrar sus ministros y jefes de departamentos administrativos, que sean especialistas en las materias de la cartera que ocuparán y velar que tengan vocación de permanencia. Nadie entendería que se hagan nombramientos o elección de servidores públicos sin previa revisión de hojas de vida y otros datos pertinentes.
Lo cierto es que, en todos los gobiernos, los de la institucionalidad anterior y la vigente, la interferencia de la política, es decir, los compromisos políticos, propios y de los adherentes al proyecto político en ejercicio, lleva a los gobernantes a recibir currículum vitae de personas no certificadas en el área administrativa en que se desempeñarán. No es menos cierto que los gobernantes saben lo afirmado.
En el actual gobierno, por ejemplo, encontramos una ministra de Minas y Energía, de profesión filósofa, sin ninguna relación con los temas de esa cartera ministerial pero afín a las ideas de su jefe, el primer mandatario de la Nación. Ello conlleva a que sea evidente el desconocimiento de los temas inherentes a sus funciones. Además, a veces las ponen a hacer un mandado, como cuando declaró que “Colombia debe exigirles a los países desarrollados decrecer sus modelos económicos”. El presidente de la República, vía Twitter, la apoyó diciendo que esa teoría “surge de uno de los mejores economistas del mundo: Georgescu-Roegen”. A nadie le he escuchado negar la existencia de la teoría decrecimiento económico, sino que es ilusorio pensar que los países desarrollados desacelerarán su crecimiento económico para que los de la periferia puedan surgir económicamente. Es una quimera. Y exponerla desde el alto gobierno, con tanta convicción, produce hilaridad en el interior y exterior, como efectivamente sucedió.
Soy de los que piensan que el presidente de la República sabía quiénes eran los indicados como sus colaboradores inmediatos, tanto los de su cuerda como los recomendados, y la selección fue cuidadosa y con un objetivo preciso. Pero lo cierto es que los nombrados cumplen una función - tanto administrativa como política, en conexión con su jefe - y hay que ser perspicaz para “percibir detalles a mucha distancia”.
Así las cosas, me imagino que en consejo de ministros ninguno de los asistentes está en condiciones de refutar o hacer observaciones a su jefe y se daría el caso que el constitucionalismo suele ilustrar con la famosa frase que se le atribuye a Lincoln, cuando sus siete secretarios (ministros) votaron contra él. Entonces dijo el presidente Lincoln: “Siete por el no, un sí, ganan los sí”.