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De los bolsos femeninos
Con una costilla en la mano: “Hágase la mujer y su bolso”.
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Lunes, 17 de Octubre de 2016

A pesar de algunas imperfecciones, el mundo, nuestro mundo, está bien hecho. Es casi perfecto. El vino, los puentes festivos y las mujeres, por no citar sino algunos, son buenos ejemplos de lo sabroso que es el mundo.

Y hablando específicamente del mundo femenino, merece especial atención el infaltable bolso que siempre  acompaña a las mujeres.

No estoy muy seguro de haberlo leído en el Génesis, pero creo que Dios debió decir algo así, con una costilla en la mano: “Hágase la mujer y su bolso”. Y se hizo la voluntad de Dios y se sigue haciendo su santa voluntad y la de los fabricantes de carteras.

Desde que nace la niña, junto al biberón y la primera muda,  los padres le compran su bolsito, para que la infanta se vaya acostumbrando a tener un adminículo donde pueda guardar sus cosas personales y las personalísimas.

Al llegar a los quince, la jovencita ya muestra signos de independencia: tiene novio, va a fiestas sin la mamá y grita a los maestros. Pero del  bolso ya no se independiza, ni se independizará jamás.

Algún día, sicólogos, sociólogos y educadores estudiarán las incidencias del bolso en la vida de las mujeres al llegar a su edad adulta. Mujer sin bolso se siente disminuida, apocada, vuelta nada. Se sabe de mujeres, que han sido atracadas para robarles el bolso, que le imploran al atracador: “Pídame lo que quiera, pero devuélvame el bolso”.

El bolso forma parte de la personalidad de las mujeres. Por eso cuando uno ve en la calle a una mujer sin bolso, de inmediato se da cuenta que la fulana está atravesando por un m omento muy difícil: O la dejó el marido o la echaron de la casa o anda vagando en busca de trabajo. ¡Pero qué trabajo va a conseguir, si ni siquiera lleva bolso!

Dime qué cartera llevas y te diré quién eres, es la conclusión a que llegaron unos investigadores de la NASA, que buscaban ingenieras para vincularlas a sus exploraciones espaciales.   Si el bolso es ancho y grande, la mujer es amplia y generosa.

Si es de colores, estamos en presencia de una mujer alegre.  Si es pequeñito, de mano, sin correa para colgar al hombro, la mujer es tímida, tacaña y tiene muy poco para dar.  Si el bolso es de piel de tigre o de culebra, ¡cuidado! esa mujer puede ser una víbora  o una fiera. Si es de cuero de cabra, ¡ojo! la fulana puede ser alegrona y tirar p´al monte.
   
¿Y por qué es tan importante para las mujeres su bolso? ¿Qué cuidan con tanto celo, con tanta dedicación, con tanto apego?
   
Una breve requisa a un bolso femenino nos deja ver: Un monedero, sin monedas. Una billetera, sin billetes. Una cartera llena de polvos y coloretes.  Una tarjeta débito (la de crédito debió cancelarla). Una libretica de apuntes con direcciones y números telefónicos. Dos moñas para el cabello. Un llavero sin llaves. Unas monedas sueltas. Unas llaves sueltas. Un billete arrugado de diez mil pesos. Otros papeles arrugados. Un paquetico de pañuelos húmedos. Un recorte de periódico con una columna de Anverso y Reverso. Tres condones, porque mujer prevenida vale por tres. Otro billete arrugado de cinco mil pesos. Un recibo vencido del agua, que no alcanzó a pagar. Una lista de compras para diciembre y más papeles arrugados.

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