Los niveles de informalidad que ha alcanzado Cúcuta son alarmantes. Tanto así que dicho fenómeno es la causa que ha hecho que nuestros municipios se expandan sin control hasta constituirnos como un área metropolitana que no se planificó y donde no se consolidan aun economías de escala, y que factores claves como la movilidad no cuenten con propuestas serias para un sistema integrado de transporte y de espacios públicos. La informalidad que permea todos los aspectos de la vida urbana, hace referencia a una serie de situaciones que abarcan lo social, lo económico, lo político y lo cultural, y que cada día se expresa en cifras e indicadores como el nivel de empleo, la ocupación de los espacios públicos y el acceso a la vivienda, es decir, afecta a un sinnúmero de personas excluyéndolas y son a quienes miramos de soslayo, pero que ante todo son los protagonistas de gran parte del paisaje urbano que configura el territorio.
Los hechos que dan origen a la informalidad y las consecuencias de difícil reparación para todos los ciudadanos, son objeto de estudio y propuestas por casi todas las disciplinas, que –a pesar de los esfuerzos de quienes nos preocupamos, investigamos y proponemos sobre el problema- es un hecho dinámico y persistente que hace difícil reducir la pobreza y los fenómenos asociados a esta como el desempleo, la delincuencia y la invasión de terrenos por parte de personas excluidas. Las múltiples explicaciones dependen tanto del contexto donde se da la informalidad y las formas como esta se manifiesta. Factores como la pobreza, el desempleo y en especial para nuestro entorno, el desplazamiento forzado y la condición de frontera sumada a la debilidad del Estado como regulador del mercado son las causas mas evidentes del problema. Si la ausencia del Estado ha permitido que los mercados funcionen de manera imperfecta afectando a todos los integrantes de la sociedad civil, la informalidad debe abordarse desde este mismo marco: fortalecimiento de las estructuras institucionales y un mejor modelo económico.
Pero mientras se hace posible la realidad de una institucionalidad que regule un modelo económico que haga posible el sueño de una riqueza humana y equitativamente distribuida y una ciudad-metrópolis que garantice la vida y derechos de quienes las habitan, hay una gran proporción de ciudadanos (sin ciudad) cuya vida se da, a pesar de los avances de la humanidad entre la lucha por un lugar donde vivir y la búsqueda del sustento diario.
Hoy día desde los políticos hasta los académicos son cuidadosos con el uso del lenguaje y se asume la definición de población de bajos ingresos para hacer referencia a personas pobres o miserables. Sin embargo estas definiciones o términos aluden a los sectores de población donde su misma condición humana puede ser negada, bien sea por que no hay vida digna en medio del fuego cruzado, exclusión de los derechos como la educación, la recreación e incluso sin servicios públicos como el agua potable y la electricidad. Es decir, la democracia se vuelve un concepto cada vez mas lejano, a pesar que se mencione a diario.
Si el problema de la informalidad que ha configurado gran parte de nuestra realidad territorial, no se entiende, investiga y aborda de manera clara para proponer soluciones, no se podrá ver la verdadera cara o dimensión de la tragedia. La informalidad tan característica de Cúcuta, pertenece solo a sus condiciones especificas de frontera, de la suma de épocas pasadas y de nuestra propia condición humana acostumbrada a la conformidad, que en ultimas reclama soluciones estructurales y de largo plazo. De esta forma por mas que se trate de nombrar al fenómeno de distintas formas, este no se resuelve con juegos de lenguaje, se resuelve con decisiones como efecto de políticas publicas que adopte la sociedad una vez que es consciente del problema. Quienes se van a encargar de ordenar el territorio con una visión de largo plazo tengan en cuenta estas particularidades.