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Constitución coja
En Colombia la Constitución del 91, creció coja: hiperdesarrollada en derechos e infra desarrollada en centralismo.
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Sábado, 24 de Julio de 2021

El Pasillo Estrecho, título del libro de Acemoglu y Collins, es una alegoría de como un país puede acceder a la democracia liberal con desarrollo económico. Su tesis se basa en que para llegar allí hay que alcanzar un debido equilibrio entre estado y sociedad, representando al primero en el Leviatán, el monstruo Hobbesiano, y la Reina Roja, como representación de la sociedad. En el libro de Lewis Carroll, los habitantes del país de la Reina Roja deben estar corriendo siempre, solo para seguir donde están, pues el país se mueve porque ellos se mueven.

Según los autores, cuando el Leviatán es muy débil el país se atomiza en grupos de poder sin un poder central, que los hace propensos a la anarquía, y cuando el Leviatán se fortalece mucho llega al despotismo, y por eso la sociedad civil debe, para entrar en el pasillo estrecho encadenar el Leviatán, sujetándolo al poder de la sociedad. Leviatán y Reina Roja equilibrados son las dos pinzas con que se entra al Pasillo Estrecho donde residen las mejores sociedades. Y como lo establecen las leyes de escala, siempre serán mucho menos los estados democráticos desarrollados que los estados déspotas o fallidos.

La Constitución del 91 tenía también dos pinzas, la oferta de derechos y la descentralización. Magistrados como Carlos Gaviria desarrollaron a ultranza la tesis de derechos que conlleva para su cumplimiento al gigantismo del Estado, y por tanto, al Leviatán despótico, que es lo que hoy estamos viviendo. En un país de regiones físicamente aisladas, la descentralización era el camino para el fortalecimiento de la sociedad, que encadenará al Leviatán despótico, pero en Colombia la Constitución del 91, creció coja: hiperdesarrollada en derechos e infra desarrollada en centralismo. Y es que los movimientos con visión autocrática y extractivos aman el control, y eso se los da el centralismo.

Por eso la política colombiana es estéril a candidatos que hablen de una real descentralización, pues lo que se ha visto con las pinzas constitucionales es que cuando una crece mucho termina excluyendo a la otra. Hoy, desarrollar la descentralización implica el desmonte de gran parte de la jurisprudencia gavirista del estado social de derecho, en favor de una mayor libertad ciudadana del estado, y eso llamaría a los mamertos a la “primera línea”.

Pero en Colombia, a diferencia de muchos países del mundo que son físicamente unitarios, el centralismo sigue un comportamiento gravitacional. El Leviatán despótico que se montó en Colombia con el “Estado Social de Derecho”, es muy visible en Bogotá, una ciudad donde prácticamente cualquier actividad es controlada por el Estado. Pero a medida que un punto geográfico del país se distancia de Bogotá se va desdibujando el Leviatán despótico y se va convirtiendo en un Leviatán debilitado que permite la desintegración, visible en los señores de la guerra que aparecen en los extremos geográficos del país: el Pacífico, el Catatumbo, partes de la Orinoquia y la Amazonia. A eso se refería Robert Kaplan cuando dijo que Colombia era un no país. Es un ente político compuesto de cinco macrorregiones físicamente separadas: la zona Andina, donde reside el Leviatán despótico, la región caribe donde hay todavía un Leviatán despótico pero mermado, y las regiones Pacífica, Orinoquia y Amazonia donde el Leviatán está totalmente debilitado. Las fronteras, podrían caber en estas últimas regiones.

El cementante de ellas sería la descentralización al obligarlas a caer en el efecto Reina Roja y correr para competir, pero a su vez a ver la necesidad de integrarse para negociar. Una real descentralización implicaría que la mayor responsabilidad del estado nacional fuera desarrollar las grandes obras de unidad regional, para lograr la unidad física del país, abandonado su carácter alcabalero y dador de todos los bienes. Este es el momento de plantear una verdadera descentralización, no dirigida centralmente, que nos permita enrutarnos hacia el pasillo estrecho. Treinta años después hay que quitarle la cojera a la Constitución.

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