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Con la ayuda de Dios
Lo cierto es que en Colombia estamos en un atolladero, con peligro de que nos lleve el Mandingas para donde sabemos.
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Lunes, 28 de Mayo de 2018

Después de las elecciones del domingo, me encontré con un amigo petrista, al que le dije:

-¿Y ahora qué?

-Ahora a trabajar. Con la ayuda de Dios, pondremos presidente.

Me quedé callado, porque un cura allegado, también me había dicho: Con la ayuda de Dios, ganaremos. Se refería a Duque.

Las dos respuestas me han llevado a pensar el berenjenal en que hemos metido a Dios. Le piden unos y otros, desde orillas distintas. ¿Qué hará el pobre Dios? ¿Ayudará a la derecha o a la izquierda? Me da la ligera impresión de que Dios es más de derecha que de izquierda. Él lo dijo: “Venid, benditos de mi padre, sentaos a mi derecha”. O sea que los benditos tenemos cupo asegurado a la derecha del Padre. Los otros, a la izquierda. Y eso, ¡quién sabe! 

Lo cierto es que en Colombia estamos en un atolladero, con peligro de que nos lleve el Mandingas para donde sabemos. Solamente la mano de Dios podrá sacarnos del callejón. Pero los otros también le piden. ¿Entonces?

Me imagino a Dios, estresado, angustiado, reunido con sus asesores, de la misma manera que hoy estarán reunidos Duque y Petro con los suyos, buscando la manera de sacarle ventaja al otro, con la ayuda de Dios.

Ahora juega eso que llaman las coaliciones, una especie de contentillo que se les da a los perdedores:

-Mira, Humberto, te doy el Ministerio de Defensa, y pones a tu gente a votar conmigo en la segunda vuelta.

-Mira, Germán, te doy Infraestructura y te vienes. Esta es tu casa.

-Oye, Sergio, Educación es tuya. Acompáñame.

Los invitados a formar la coalición, lo pensarán un rato y luego dirán: “¿Y qué más? ¿Sólo un ministerio? Mejor me voy con el otro donde me ofrecen, además, unos institutos descentralizados y otras prebendas.

-¿Y de mermelada qué? –preguntarán algunos senadores, acostumbrados a vivir entre el dulce.

-Nada de mermelada -dirá Duque-. Conmigo se acabó la molienda.

-Hablen con Cepeda y Benedetti –dirá Petro- que son expertos en el tema. Lo que ellos digan.

Petro, por su parte, irá al Palacio de Nariño. “Vengo, presidente, a que me devuelva el favorcito que le hice hace cuatro años, cuando puse a mi gente a votar por usted en la segunda vuelta. Acuérdese. Ahora quiero que me devuelva el favor.

-Está bien, Gustavo, pondré mi maquinaria a su servicio.

-No, Juan Manuel, su maquinaria está oxidada. Fíjese lo que le pasó a Vargas Lleras. Mejor, dejémoslo así.

Y se marchó, sin saber para dónde coger. Al pasar por la catedral, se quitó la gorrita y entró: Dios mío (y es ateo), dame tu ayuda.

Cuando salía, entraba Duque (creyente, devoto y rezandero): Espero tu ayuda, Dios mío.

La pregunta me sigue desvelando: ¿Qué hará el buen Dios para saber a quién ayudar? Yo, de sapo, si tuviera oportunidad le diría a Dios: Señor, echa una mirada a Venezuela y saca tus propias conclusiones.

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