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China
Ir a China es literalmente viajar a otro mundo.
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Domingo, 1 de Junio de 2025

Ir a China es literalmente viajar a otro mundo, localizado en las antípodas del nuestro, lo que la hace incomparable; no es ni mejor ni peor; es diferente, con el encanto de lo desconocido, de lo que sorprende, una realidad que no es una estrella fugaz en el horizonte de la Historia humana, sino una larguísima permanencia (¡5000 años!), que fraguó una cultura nacional, que es de alma confuciana y no marxista.  Mao es respetado como el gran luchador y fundador de la República, pero la historia china, reconociéndole su importancia, lo trasciende.

Sus diferencias con Occidente, en todos los órdenes, tienen mucho para enseñarnos; son temas y facetas que llaman a la reflexión pudiendo inspirarnos para adelantar la tarea inaplazable de repensarnos y de avanzar en los diferentes órdenes de la vida social e individual. Occidente y China, encarnan dos realidades, casi que dos humanidades, dos mundos, profundamente diferentes. Durante cuatro mil años en el espacio histórico y geográfico chino, se fue configurando una cultura plurimilenaria que, con sus diversidades, hoy comparten mil cuatrocientos millones de pobladores.

¡Ya eran imperio, cuando en Grecia nacía la civilización y la cultura occidental¡ Hoy China avanza con paso firme, mientras que Occidente, liderado por una Europa desunida y cansada, y unos Estados Unidos que, agotados en su vocación de líderes, ya no lideran, simplemente buscan imponer, encerrándose en su espacio y dándole la espalda al mundo. En el escenario mundial que se configura, las oportunidades económicas de China son infinitas. Salvo con territorios que históricamente consideran que son chinos, como Taiwan, no tienen pretensiones de control territorial y político, al estilo del viejo imperialismo.

A los otros países los consideran como mercados para sus productos y abastecedores de materias primas de las cuales carecen, para reforzar así, su potencial productivo nacional.
China no se puede copiar en sus realizaciones, pero si es fuente de inspiración y de aprendizaje.

No son marxistas, son confucianos. Mao, como dijimos, es respetado como el padre de la república china, pero tienen claro el final trágico de la era maoísta, en medio del desorden y la violencia desatadas por sus políticas del “salto adelante” y de la revolución cultural, con sus millones de muertos por hambre y fusilamientos. La actual dirigencia que, a la muerte de Mao, enderezó el rumbo del país fue, en esos años finales del maoísmo acusada de contra revolucionaria y por años, sufrió un destierro interno.

De los líderes caídos en desgracia, surgirá Deng Psiao Pin que, en los setenta, liderará el tránsito del país de la violencia, el dogmatismo y el caos, a las condiciones que permitieron, en medio siglo, su paso del caos maoista a ser hoy líder mundial. El pragmatismo chino, expresado en la afirmación de Deng, “que importa el color del gato, si caza ratones” los llevó a entender que la dinámica del cambio nace de la sociedad misma, que no se impone, que se acompaña; se avanza progresivamente sin saltos al vacío. Sabiduría confuciana, no ideología marxista.

Y tenemos, la gran pregunta, ¿qué es China hoy? ¿Una sociedad y una economía socialista, bajo el mando de un partido único que se declara marxista o un sistema de economía mixta, estatal y privada, con un estado fuerte controlado por un partido único, con sectores estatales/públicos y un sector privado, de capitales nacionales y extranjeros, que conviven en espacios definidos, operando en mercados libres, bajo control de un Estado fuerte y un régimen de partido único, quien tiene la última palabra. Ese sistema, que algunos califican de capitalismo de estado, es altamente eficiente, navegando en las aguas procelosas de la corrupción, vieja plaga china, de antes de la revolución y que continúa, a pesar de que puede ser castigada con la muerte.

En el escenario de hoy, se da el encuentro entre Oriente y Occidente (¿con Europa?), que no se avizora como la dominación del uno sobre el otro. Es ya una confrontación económica de los dos capitalismos, buscando controlar mercados y capacidad productiva, donde los intereses de las naciones, entrarán en juego con los de las nuevas potencias económicas.
 


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