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Carta de despedida
Todos ustedes, hace un año, cuando empecé mi período, quemaron pólvora, echaron globos, se dieron abrazos y besos aguardientosos, comieron uvas en nombre mío, brindaron con champaña en mi nombre y hasta se pusieron cucos amarillos.
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Lunes, 30 de Diciembre de 2019

Partida de malagradecidos:

En nombre de William, César y en el mío propio, que ya nos vamos, quiero cantarles unas cuantas verdades a ustedes, que son una manada de hipócritas, interesados y dobles.  

Por algo dice el refrán que “amigo el ratón del queso”, y otros dicen con el poeta: “Amigos, no hay amigos”. Y es la puritica verdad. 

Cuando hace cuatro años comenzaron sus mandatos William y César, ustedes, lagartos, llegaron disfrazados de amigos, y les quemaban incienso y les hacían genuflexiones. 

Hoy, que ya terminan sus mandatos, ustedes les dan la espalda, declaran ni siquiera conocerlos, y se prestan para servir de testigos falsos, para jurar en vano contra ellos y para hundirlos más de lo hundidos que están los pobres.

Todo lo malo que sucedió en la región fue por ellos: el calor, los trancones, las malas carreteras, la invasión venezolana, los andenes sin terminar, niños sin escuela, guajiros sin aprender inglés, contratos amañados…todo…

Claro, como ya esta noche ellos quedan sin la sartén y sin el mango, hay que hacerles el feo, hablar mal de ellos y mandarlos a la quinta porra. Así paga el diablo a quien bien le sirve.

Lo mismo pasa conmigo. Todos ustedes, hace un año, cuando empecé mi período, quemaron pólvora, echaron globos, se dieron abrazos y besos aguardientosos, comieron uvas en nombre mío, brindaron con champaña en mi nombre y hasta se pusieron cucos amarillos.

Eso hace apenas un año. Y hoy, rajan de mí, yo soy el malo del paseo y el bueno es el que llega, mi reemplazo. 

Tienen hasta la desfachatez de convertirme en muñeco, me someten al escarnio público, soy el hazmerreír de cuanto idiota pasa por la calle, para cuando lleguen las 12 de la noche, meterme candela por donde sabemos y hacerme estallar en mil pedazos como estallan los vidrios de los almacenes cuando los petristas salen en manifestación contra la patria.

Hace un año yo era el niño bonito, el personaje, aquel al que ustedes esperaban, y 365 días después, hace apenas 12 meses, soy el trompo de poner, el que aguanta los quines, el culpable de todo lo habido y por haber.
  
Yo soy el culpable de que no llueva, de que se les haya acabado la mermelada a los congresistas, de que el secre de Planeación se haya pasado por la faja al alcalde, de que hayan contratado tortugas para el arreglo de calles y de sardineles, de que las cosas queden a medio hacer, de que los venezolanos sigan huyendo de su país en lugar de hacerle frente a la dictadura y de que esta ciudad está, como yo, que marca calavera.
    
Por eso me pintan de Maduro, de Fidel, de Chaves, de Satanás, y de todo mal personaje que apareció sobre la tierra durante mi mandato. A mí me llenan  la barriga de voladores, morteros y recámaras, con el propósito de que me consuman las llamas, sin saber que son ustedes los que están más cerca de la chamusquina eterna.
   
Pero les digo una cosa: A quienes esta noche me metan candela, les ha de caer la saladera  por siempre y para siempre. No han de tener descanso en adelante y, como el Judío errante, andarán de un lado al otro, sin poderse quitar el cargo de conciencia de haber ajusticiado a un inocente como yo. Esa será mi maldición gitana.
   
Los quise mucho, pero desde esta noche me olvidaré de ustedes. Y ojalá que mi reemplazo les salga peor de lo que ustedes esperaban.

Atentamente,

AÑO DOS MIL NOVECIENTOS DIECINUEVE

gusgomar@hotmail.com

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