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Asuntos del corazón
Los cardiólogos viven pendientes de corazones ajenos. Son tan generosos que hacen revivir corazones.
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Lunes, 3 de Octubre de 2016

Se celebró la semana pasada el Día del Corazón. El tema es muy bonito para los enamorados, para los que aman, para los cardiólogos, para los que viven estresados, para los que necesitan válvulas, para los operados a corazón abierto, para todos. Porque cuando el mango falla, ya no hay nada que hacer.

Los que por cualquier motivo no pudieron dar regalo el Día del amor y la amistad, tuvieron una segunda oportunidad el Día del corazón, porque el destino tiene alma de comerciante y brinda nuevas oportunidades para que los enamorados se dejen ver y se hagan sentir.

Los cardiólogos viven pendientes de corazones ajenos. Son tan generosos que hacen revivir corazones. De ellos puede decirse que viven del corazón de los demás. Por eso el Día del corazón tiraron la casa por las aurículas y las ventrículas.

Algunos novios llaman a sus novias “corazón”, una palabra muy romántica y sentimental. Pero hay mujeres a las que no les gusta que las llamen corazón porque, según dicen, eso es tratarlas de vísceras.

Recuerdo alguna propaganda radial que dejaba sin funciones al corazón en relación con el amor. Resulta que desde siempre al corazón se le ha  tenido como el órgano que se encarga de amar y de facilitar las relaciones amorosas. Pero alguien resultó diciendo cualquier día que no es el corazón el que regula el amor sino el hígado y por la tanto hay que tener al hígado en pleno funcionamiento. Se trataba de hacerles propaganda a unas pastillas para el hígado. Lógicamente en poco tiempo la propaganda cesó y el corazón volvió por sus fueros.

Sursum corda (arriba los corazones) decía una oración de la iglesia, cuando las misas se oficiaban en latín. Arriba los corazones , es decir, elevarlos hacia el cielo. Pero ahora la gente ni en castellano ni en latín eleva los corazones.

Una de mis devociones religiosas favoritas es la del Sagrado Corazón de Jesús. Lo invoco en las malas y en las buenas. Y estoy seguro, por mi fe, que escucha mis pedidos. Mientras Colombia estuvo consagrada al Corazón de Jesús, la situación del país no era tan cruel como la de ahora.

Dicen que el corazón se arruga por una inmensa tristeza o por una desilusión muy grande o porque se derrumba un sueño. Si así es la cosa, el corazón del presidente Santos debe estar inmensamente arrugado por la paliza que le dio el pueblo al no aprobarle el plebiscito de su paz, al que le metió toda la publicidad imaginable y a cuyo servicio puso todo el aparato gubernamental. De nada valió toda la mermelada que distribuyó en cántaros rotos.

Mi mamá murió hace pocos días y el médico que la atendió dijo que doña Desideria tenía el corazón muy grande, y que eso era un problema grave, y más en ella por sus noventa y cinco años.

Diana, mi hija, escribió algo muy hermoso: “Y resultó que nos dijeron que tenía el corazón grande, y cómo no, si nos regaló amor, nos crió y fue el nono y la nona de nosotros sus nietos”.

Es verdad. Mi mamá tuvo un corazón muy grande, por eso era tan buena con todo el mundo. Lo que no sabíamos era que tener grande el corazón puede ser también un problema mortal.

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