Por andar a la pata de doña Juana, la que regaló unas tierritas para que Cúcuta fuera Cúcuta.

Por andar escuchando los discursos con que los gobernantes se derraman en este día echándole loas a la doña en el parque de la Fundadora, aunque  después la olvidan y se olvidan de la ciudad.

Por andar a la espera de las declaraciones de los historiadores puros que aseguran que ésta no fue la fecha de la fundación de nuestra villa.

Por andar esperando que terminaran los actos ante la estatua de la doña, para hacer como hacen muchos con las tales ofrendas florales, después de que se va la policía: arrancar las mejores orquídeas y rosas para adornar gratis la sala de la casa.

Por andar, pues, celebrando el cumpleaños de nuestro pueblo que se nos creció sin darnos cuenta y se nos volvió una enrevesada ciudad, no tuve tiempo de sentarme a escribir algo sobre nosotros, los papás, cuya solemne fiesta se juntó este año con la de la Muy Noble y muy Leal, como “te llamaron los reyes, blasones que conservas con orgullo allá en el Pamplonita”.

Hoy lo hago, calmado ya el guayabo de las dos celebraciones, pidiéndole primero perdón al Padre Eterno, padre de los padres, por no haberle dedicado siquiera una cuartilla. Pero yo pregunto: ¿Se acordaría alguien, el domingo, del Padre Eterno? Lo dudo, porque este día, de la fiesta del padre, la celebración se hace con rumba, cervezas y tequilas. Y a Él, pocón pocón lo de las bacanales. A lo sumo, un vinito a la hora de la consagración, en las misas, y eso con un poco de agua. Y el que se lo jarta es el cura.

Aquí entre nos: ¿Quién será el padre del Padre Eterno? ¿Lo sabrá alguien?

Y hablando de curas, ellos también son padres. Así les decimos con mucho cariño y respeto. Pero con toda seguridad -y voy doble contra sencillo- que ningún feligrés se acercó a decirle a su párroco: “Padre, lo felicito en el día del padre”.  Es un contrasentido: los padres tienen que salirse de padres para ser padres de verdad, y entonces sí tendrán quién les diga padre. Y entonces sí sabrán lo que es tener que hacer mercado y aguantarse las cantaletas de la que sabemos. 

Hay otros padres a quienes tampoco, seguro, les festejaron su día. Hablo del padre de los descubrimientos, el padre de las vacunas y el padre de los viajes espaciales. Y como no hay madre sin padre, ¿saben ustedes quién es el padre de todos los vicios, cuya madre es la pereza?

El otro día a los senadores los llamaban los padres de la patria. Eso era el otro día. Menos mal.

Las celebraciones de la madre y del padre se basan  en mentiras. Aquello de que madre sólo hay una, es falso. Todos lo sabemos. De madres está lleno el mundo. Nadie negará, por ejemplo, que los colombianos somos unas madres frente al gobierno. Cuando algún hijo, pasado de copas o de guarapo, le dice al papá: “Padre, tú eres el mejor”, está diciendo también mentiras porque no puede haber muchos mejores. El mejor es uno solo.

Y los hijos de padre desconocido ¿a quién le darán regalo el día del padre?  Y aquí entre padres: ¿Si algún fulano dice “A ese no lo crié yo”, se hará merecedor de algún regalo el día del padre?   

De todas maneras, ser padre es lo mejor del mundo. Sobre todo cuando los hijos están pequeños. Por eso dice la canción: “Ojalá no crecieras…”