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¿Ajá, negro, y tú qué? (2)
Hace ya un año que te fuiste y nos parece que hubiera sido ayer. 
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Lunes, 4 de Julio de 2016

Cómo pasa el tiempo, negro. Hace ya un año que te fuiste y nos parece que hubiera sido ayer. Ni tu familia, ni tus amigos, ni tus compañeros hemos podido acostumbrarnos a tu ausencia. Tu partida nos sorprendió a todos, esa mañana de julio, y en medio del desconcierto y de la tristeza, te dijimos adiós, y, aunque sabemos que todas las despedidas son tristes, ésta nos dolió más por lo imprevista.

¿Recuerdas? Tus compañeros escritores te organizaron un recital de despedida. Entre lágrimas y suspiros te dijeron lo mucho que te querían con versos salidos de por allá, de lo profundo, del corazón.

La funeraria estaba llena como se llenó la catedral al  día siguiente para oficiarte las exequias. Allí estaban Marlene, César y Carolina, tus grandes amores, con el corazón estrujado y sin más lágrimas para llorarte, porque las lágrimas también se acaban.  

Estaban tus hermanos de sangre, llegados del Caribe, ese Caribe hermoso al que tanto le cantaste. Estaban tus alumnos, entre el miedo y el llanto, cada uno con una flor para despedirte. Había maestros, escritores, ex alumnos, pugnando por  estrechar tu mano, a través del cristal, desde donde mostrabas una seriedad que no era la tuya. 

Estaban las autoridades del municipio y del departamento, para  decirte con resoluciones y discursos lo valioso que eras para la región y la ciudad y el legado que ahora nos dejabas. Estaban tus amigos, con el alma descompuesta, sin entender aún lo que había sucedido.

Y estaban tus compañeros de Escribarte, testigos de tus sueños y tus versos, reviviendo tus carcajadas que brotaban con la intensidad de las olas del retorno, de las que nos hablabas cuando añorabas el sol, el viento y las arenas de tu aldea natal.

Pero te fuiste, Pedro, con la mirada puesta en el cielo, y entonces yo te pregunto con la pregunta de Cote Lamus a su padre: ¿Hallaste allí la paz? 

Porque dicen que los poetas no tienen paz y por eso deben escribir para darles salida a las alegrías y tristezas y júbilos y desengaños que atosigan el alma y atragantan el espíritu.

Te imagino organizando viernes culturales en el cielo como los hacías aquí en la tierra. Declamando poemas y recibiendo abrazos y congratulaciones de las once mil vírgenes, que buscarán tus autógrafos y tu sonrisa.

Te imagino charlando de tú a tú con Dios para pedirle que te permita  dictar clases de buen hablar, de inglés y de motilón-barí, tus aficiones de maestro.

Te imagino mirando hacia la tierra para darles aliento y consuelo a tus hijos, a tu esposa y a los que áun te lloran.

Dime, entonces, ¿cómo es allá la movida?

Mañana, conmemorando el primer aniversario de aquel infausto 6 de julio, habrá actos todo el día para que nadie te olvide. Misa en la catedral, acto recordatorio en el colegio donde trabajabas y en la tarde velada cultural en el hotel Casino internacional.  La Fundación cultural El Cinco a las cinco, que dirige tu amigo Patrocinio; la Academia de Historia, de la que sigues siendo miembro; la Asociación de Escritores que ayudaste a crear, y tus hermanos de Escribarte, estarán allí para rendirte otro de tus merecidos homenajes. Estás invitado, Pedro, te esperamos. 

Y el año entrante, si estamos en estos lares, escribiré el tercer capítulo de la serie “¿Aja, negro, y tú qué?”, la frase con que yo siempre te saludaba. 

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