Era un vuelo ordinario, un recorrido de rutina desde Bogotá hasta Valledupar. Los pasajeros, inmersos en sus pensamientos, miraban por la ventana o revisaban sus teléfonos. Sin embargo, algo en el ambiente cambió cuando, en uno de los asientos, alguien levantó la mirada y susurró el nombre que aún provoca emociones intensas en Colombia: Álvaro Uribe Vélez.
El expresidente, figura que ha dividido al país por décadas entre fervientes seguidores y acérrimos críticos, abordó el vuelo con discreción. Pero la calma pronto fue sustituida por un estallido de reconocimiento. Un murmullo recorrió el avión como un susurro que se convertía en aplauso. Uno a uno, los pasajeros comenzaron a aplaudir. Algunos se levantaron ligeramente de sus asientos, otros sonrieron con admiración. El pasado, con todo su peso político, había cruzado la puerta de la aeronave.
Al aterrizar en Valledupar, el piloto tomó el micrófono y, en un gesto inesperado, pronunció unas palabras que hicieron eco en todo el vuelo: “Ha sido un honor llevar a bordo al mejor presidente de todos los tiempos en Colombia.” La ovación fue inmediata, vibrante.
En ese momento, las miradas convergieron en Uribe, quien respondió con una leve inclinación de cabeza, sin grandes aspavientos. El momento quedó suspendido en el aire, una mezcla de admiración y controversia que definía su figura.
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Uribe llegó a Valledupar para participar en un foro político del Centro Democrático, partido que fundó tras dejar la presidencia. Sin embargo, este recibimiento fue más que una simple anécdota de viaje. Fue una muestra del apoyo que aún conserva en diversos sectores del país, especialmente en las regiones donde su política de seguridad democrática dejó huellas indelebles. Aún así, el aplauso en el avión no apaga las críticas que lo persiguen como sombras alargadas, ligadas a su compleja trayectoria.
En las redes sociales, las opiniones no se hicieron esperar. Algunos calificaron el gesto como una reafirmación del liderazgo de Uribe, mientras otros lo consideraron un ejemplo del culto político que aún despierta. Los debates, como siempre, se incendiaron entre elogios y recriminaciones.
Uribe aterrizó en Valledupar bajo el sol ardiente de esa tierra vallenata, donde sus aliados políticos lo aguardaban
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