A las 10:30 de la noche en el sector de Cabecera del Llano en Bucaramanga le dispararon a un Mazda negro polarizado en el que murió Óscar Daniel Robayo Silva por la gravedad de las heridas en su cuerpo. Dentro del vehículo gris oscuro que quedó con las ventanas rotas por el impacto de las balas se encontraron más de 60 bolsas herméticas de estupefacientes. Dos personas más resultaron también afectadas y trasladadas a un centro hospitalario.

El hombre que murió tenía un récord de actividades criminales y había sido capturado por lesiones personales en varias ocasiones y porte de drogas. Quienes le dispararon llegaron al lado del carro desde una moto y descargaron el arma sin ninguna conversación previa.

La primera hipótesis de las autoridades está relacionada con un ajuste de cuentas por el contenido de las drogas dentro del vehículo. Pero lo cierto es que este no es el único caso que ha despertado preocupación a las autoridades.

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En Cúcuta, Norte de Santander, la ola de eventos de sicariato durante los últimos meses tiene también en alerta a la Policía y los expertos en seguridad de la ciudad. El 24 de mayo fue asesinado el rector del Colegio Comfanorte, Jorge Galvis, luego de que un hombre con sobrepeso se acercó hacia el restaurante en el que este se encontraba, le disparó a la cara con un arma de fuego y salió corriendo del lugar.

No fue el único hecho. Las semanas anteriores la Policía y las autoridades de Gobierno también estuvieron en alerta máxima por una con las mismas características que tendrían relación con una guerra por el crimen y, tal como en Bucaramanga, cuentas pendientes de los capos que lideran las redes de microtráfico.

En Bogotá este año el evento más recordado hasta ahora fue el del empresario Roberto Franco, asesinado al llegar a su oficina en el exclusivo sector del parque de la 93. Aunque uno de los sicarios que conducía la motocicleta fue capturado, todavía no se tiene una definición concreta del caso que, de acuerdo con las investigaciones, podría estar relacionado con una auditoría que estaba desarrollando Franco a una compañía de supermercados en la que había una puja por el capital.

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Luego, sicarios asesinaron a plena luz del día sobre la avenida 30 al entonces director de la Cárcel La Picota, Elmer Fernández, quien había recibido amenazas previas por requisas y cambios de celda dentro del penal. La camioneta en la que estaba siendo transportado, una Nissan sin blindaje, no pudo detener el único disparo a la cabeza con el que le quitaron la vida al coronel.

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Pero también se conocieron varios casos en las Américas y al sur de la ciudad sin que el alcalde Carlos Fernando Galán haya podido reaccionar con agilidad. El Gobierno Nacional ha puesto el énfasis de su política pública en la interdicción de vehículos marítimos que ha dado buenos resultados en la incautación de cocaína.

Pero parece que en las ciudades las redes de microtráfico continúan teniendo un fácil acceso a las armas y nadie habla del mercado oculto de sicarios por la cantidad de hechos atroces en lo corrido de 2024.

Sobre el sicariato no hay todavía una definición clara del Gobierno para la respuesta al delito. La Policía también se ha concentrado en los ataques que han sufrido en ciudades como Jamundí o algunos otros municipios del Cauca constantemente asediados por los grupos armados ilegales y hay preocupación por el crecimiento del crimen en los entornos urbanos.

*Con información de El Colombiano

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