“Tanto sacrificio en el taller y mire. Dios mío santísimo, virgencita, lástima de mi carro, mano. ¡Ayúdame Dios mío! Le regué todo el extintor y no pude, ¡no pude!”. La voz angustiada que se replicó en las redes sociales y que personificó el drama y el terror que generó el paro armado del Clan del Golfo en las carreteras del país era del camionero Luis Germán Acosta, que narró con desespero lo que veía a su paso mientras caminaba alrededor de su camión Dodge rojo que ardía en llamas.
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Eran las 8:30 a.m. del jueves pasado en algún punto entre Caucasia y Cáceres, en la troncal a la Costa Atlántica, y corrían las primeras horas del paro. Luis Germán, oriundo de Cáqueza, Cundinamarca, y de 46 años, había salido cuatro horas antes de San Bernardo del Viento, Córdoba, donde había empacado en su camión modelo 1974 una carga de madera para llevar al Cauca.
Recuerda que iba en caravana detrás de dos carros pero luego de pasar un par de resaltos en un puesto del Ejército Nacional perdió el ritmo y quedó rezagado.
Fue justo cuando escuchó disparos y tuvo que frenar. Metió reversa para tratar de salir del embrollo pero de inmediato escuchó su sentencia: ¡quieto! “Nunca me imaginé lo que pasó, solo supe del paro hasta que sucedieron los hechos”, contó Luis Germán.
Le reventaron a plomo el vidrio panorámico y solo alcanzó a tirarse al piso. Entonces, cuatro bandidos aparecieron para bajarlo del carro. “No me maten, no me maten”, clamó. Tuvo tiempo de salir corriendo y ver cómo, desde lo lejos, le echaban gasolina a la cabina del camión y le prendían candela.
Fue ahí cuando se devolvió y empezó a grabar el video que todos vimos en celulares y noticieros en el primer día del paro. “¡Dios mío santísimo, virgencita!”, gritó.
El auxilio llegó por cuenta de los soldados que había saludado metros atrás. “¡Ayúdenme, por favor!”. En una casa vecina consiguieron canecas viejas de pintura que todos llenaron varias veces en una quebrada cercana.
Lograron sofocar las llamas pero ya se habían consumido partes del motor, toda la cabina y la mampara. Por fortuna, el fuego no alcanzó la madera que transportaba.
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“Hasta los soldados, que eran unos niños, se pusieron a llorar conmigo”, relató.
Pasado el susto, llamó a su familia en Tabio, les contó lo que pasó y les envió el video.
Es la primera vez que le ocurre en 23 años viajando por las carreteras del país, muchos de ellos transportando ganado y mercancía por el Bajo Cauca. “En la pandemia éramos los reyes pero otra vez quedamos desprotegidos y abandonados”, se lamentó.
Cuando hablamos con Luis Germán se encontraba en el municipio de Jardín, a donde el Ejército le llevó los restos de su camión. Hasta sin papeles quedó porque la mochilita en las que los guardaba también se quemó. Ahora, como los otros 96 conductores que perdieron sus carros durante el paro armado en las carreteras de Antioquia, busca apoyo para comenzar de nuevo.
Su única premura ahora es poner a rodar otra vez su Dodge rojo del que depende su familia. Es muy largo el camino para mirar atrás.
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