La palabra clave para confirmar la aparición de los cuatros menores en la Operación Esperanza y que gritaron con fuerza la unidad TAP 1 al dar con el paradero era: “Milagro”.
Según la periodista Salud Hernández, el papá de los niños un día antes le indicó lo siguiente: “Los niños están vivos, aguantarán porque están protegidos por el dueño de la Naturaleza y vamos a recuperarlos muy pronto”.
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Además, un soldado le manifestó que todo “es un misterio. Nos sorprende a todos. Es una zona que nosotros trillamos, y en esa área no hay cuevas, ni selva espesa, ni nada que no hubiésemos registrado”. También agregó que “estamos felices. Es un signo de esperanza, de vida. Una emoción muy grande para los que pasamos semanas buscando a los niños sin perder nunca la fe”.
Desde que se conoció el accidente y la desaparición de Lesly, Soleiny, Tien Noriel y Cristin, las Fuerzas Especiales iniciaron la incesante búsqueda, que en primera instancia fueron silenciosas como es de costumbre en sus misiones. “Nos dimos cuenta de que había que modificar el procedimiento, hacer ruido, gritar el nombre de Lesly, hacernos sentir para que los hermanitos nos vieran”, relata el soldado a la mencionada periodista y medio de comunicación.
A pesar de que no se ha confirmado la presencia de la guerrilla en la zona; todos los involucrados estaban dispuestos a asumir el riesgo con el objetivo de encontrar a los menores sanos y salvos. “Era una experiencia nueva para todos. No es lo mismo seguir el rastro de enemigos, sin que se den cuenta, que el de un grupo de niños perdidos”, aseveró el soldado.
El integrante de las Fuerzas Especiales le afirmó a la revista Semana que la ayuda del grupo indígenas fue indispensable para conocer mucho más la selva y sus tradiciones, las cuales estaban llenas de espiritualidad. Por tal motivo, todos los grupos formaron una fuerte hermandad y dejaron atrás el mundo exterior y los problemas que aquejan.
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Al terminar cada jornada de búsqueda, los indígenas llevaban a cabo un ritual para encontrar una respuesta a tanas preguntas. El grupo masticaba mambe, quemaban ají y el líder del grupo se comunicaba con abuelo del más allá. De acuerdo con don Rubio, hace mucho tiempo libraron una guerra con los duendes de la selva, que son una energía que se encarna en tigre, en data y otros animales.
Para lograr espantarlos, la periodista asegura que los indígenas esparcen ají quemado por las zonas donde habitan los seres malvados. “De acuerdo con nuestras creencias del Amazonas, cada territorio tiene un manejo y esta es cultura del Yuruparí. Después de unos días, los seres de la zona se apoderaron de los niños. Cuando aparezcan, estarán en buenas condiciones porque ellos los habrán cuidado”, manifestó un indígena en su momento.
Finalmente, ante los grandes misterios e inagotable búsqueda los cuatro menores fueron encontrados y trasladaos al Hospital Militar. El hecho ha sido tendencia nacional y ha traído esperanza en el país.
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