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Boris Johnson admite que estuvo en fiesta durante el confinamiento
El primer ministro británico pidió disculpas por la situación.
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AFP
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Miércoles, 12 de Enero de 2022

Cernido por los escándalos y en rápida pérdida de popularidad, el primer ministro británico Boris Johnson reconoció el miércoles que estuvo en una fiesta en los jardines de Downing Street durante el confinamiento y pidió disculpas, pero eludió los llamados de la oposición a dimitir.

En medio de una inmensa expectación, el controvertido líder conservador se defendió en el Parlamento explicando que "los jardines son una extensión de la oficina, que ha estado en constante uso debido al papel del aire fresco para frenar el virus".


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"Y cuando fui a las seis de la tarde del 20 de mayo de 2020 para encontrar a grupos de empleados antes de regresar a mi oficina 25 minutos después, para seguir trabajando, creía implícitamente que se trataba de un evento laboral", aseguró.

Sin embargo, y frente al escándalo provocado por esta última revelación en una larga serie de presuntas infracciones, reconoció que "debería haber mandado a todo el mundo de vuelta al interior". 

Y aunque insistió en que "técnicamente podría decirse que estaba dentro de las normas", pidió "sinceras disculpas" a los británicos, que en aquel momento tenían "totalmente prohibido reunirse con sus seres queridos".

Unas disculpas totalmente insuficientes para el líder la oposición, el laborista Keir Starmer, que le acusó de "mentir como un bellaco" y le llamó a renunciar como hicieron en el pasado sus colaboradores que infringieron las reglas contra el coronavirus.

"La única pregunta es si lo expulsará la opinión pública, lo expulsará su partido o si hará lo más decente y dimitirá", agregó.

Se sumaron al llamado las otras dos grandes formaciones de oposición, el Partido Liberal Demócrata y el Partido Nacional Escocés, que le acusó de "traicionar la confianza de la nación".

 

Acumulación de escándalos

 

Johnson "toma ahora a los británico por idiotas pretendiendo que 'no sabía que era una fiesta'", reaccionó Hannah Brady, portavoz de una asociación de familiares de muertos por el covid-19.

Tras revelaciones en diciembre de varias de estas fiestas, Johnson aseguró haber recibido garantías de que "siempre se respetaron las reglas".

Encargó una investigación interna a la alta funcionaria Sue Gray y prometió que habría "consecuencias" si se cometieron infracciones.

Esperaba así haber dejado atrás el escándalo.

Pero el lunes estalló una nueva bomba y el primer ministro no había hecho declaraciones desde entonces aparentemente preparando una respuesta cuidadosamente calibrada para eludir responsabilidades legales.


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Contestando a quienes en la oposición y su propio campo quieren que deje el cargo, pidió el miércoles esperar a las conclusiones de Gray.

"No va a dimitir", dijo después a los periodistas su portavoz.

 
"Traigan sus propias bebidas"

 

La prensa publicó el lunes un email del 20 de mayo de 2020 en que el secretario particular de Johnson, Martin Reynolds, invitaba a un centenar de empleados a "disfrutar del buen tiempo" tomando "unas copas con distancia social" en los jardines de Downing Street. 

"Traigan sus propias bebidas", decía.

Sumándose a otros escándalos de corrupción y amiguismo, esto provocó la ira de la opinión pública, y de muchos diputados de su propio partido que contemplan incluso una moción de confianza interna, contra el líder conservador, de 57 años, elegido triunfalmente en 2019, pero que ahora no deja de perder popularidad.

El 56% de los 5.391 adultos encuestados el martes en un sondeo de YouGov consideraron que debería dimitir.

En mayo de 2020, dos meses después de la imposición por Johnson del primer confinamiento, solo se permitía ver a una persona al aire libre, en un lugar público y respetando dos metros de distancia.

Esta era la primera relajación de las reglas para los 67 millones de británicos que hasta entonces solo podían salir de sus casas para comprar comida o medicinas y hacer ejercicio una vez al día.  

El coronavirus se cobró desde entonces más de 150.000 vidas en el Reino Unido, uno de los países de Europa más castigados por la pandemia, de cuya mala gestión se ha acusado con regularidad al gobierno de Johnson hasta que una exitosa campaña de vacunación logró cambiar las tornas.

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