A María del Valle Brazón Leonett nadie la indujo a estudiar música. Desde muy pequeña se sintió atraída por las dulces melodías de las cuerdas del violín y quería que esos sonidos armónicos salieran de sus propias manos. A pesar de los obstáculos, nunca desistió en aprender a tocarlo porque mantuvo la perseverancia hasta convertirse en una violinista profesional.
Actualmente, esta venezolana, oriunda de Maturín, estado Monagas, comparte sus conocimientos artísticos con los jóvenes del Centro de Atención Especializado ONG Crecer en Familia, en el municipio de Los Patios. Una experiencia que describe como “nueva” porque nunca había trabajado con adolescentes vinculados en problemas personales y sociales.
María perteneció a la Orquesta Sinfónica y fue instructora de la Orquesta Sinfónica Juvenil e Infantil en el estado Monagas.
Tenía una empresa de servicios agrícolas, encargada de distribuir productos a hoteles y restaurantes al mayor. Además, se graduó como administradora de recursos materiales y financieros.
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Su mamá la inscribió en la escuela de música y allí empezó de cero. Hizo su primera audición a los 9 años, pero fue a los 12 que realmente comenzó a recibir clases de violín. “Mi mamá no pudo seguir acompañándome y de ahí en adelante fue un reto, tomar dos busetas para ir a las clases en la escuela, pero las ganas pudieron más que los obstáculos”, recordó María.
La preparación le sirvió para ir a otra audición en el que quedó seleccionada junto con otros 400 violinistas, provenientes de otras regiones, incluso, de Colombia, porque viajaban hasta Venezuela para participar en la selección de los nuevos talentos de las orquestas.
Llegada a Cúcuta
María atravesó un episodio crítico de salud en su país. Fue operada de emergencia por una apendicitis y los antibióticos para su tratamiento de recuperación no se conseguían. Un mes después de su intervención quirúrgica decidió migrar a Colombia con sus dos hijos.
Sin un empleo formal, se dedicó a interpretar boleros con su violín acompañada por sus pequeños en las aceras para colectar dinero y mantenerse en Cúcuta. Un día dijo que eso no se lo merecía su instrumento, expuesto al sol, y que sus niños tampoco debían verla así.
Luego conoció a varios músicos y uno de ellos la invitó a conocer al maestro Pablo Tarazona (hijo), quien observa sus habilidades pedagógicas y la paciencia para enseñar. Desde ese momento, comenzó a dar clases en su academia gracias a su amplia experiencia.
En ese espacio también compartió con el clarinetista y saxofonista pamplonés Carlos Alberto Parada, quien se refirió de ella como “una excelente persona, muy correcta, de muchos principios y valores”, diferenciándose de los demás a la hora de su musicalidad por su pedagogía e interpretación y que “logra compaginar muy bien con el público”.
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El licenciado en educación musical, Alejandro Marrero, también trombonista venezolano, recordó que coincidió con María en la misma cita y confesó que le causó incertidumbre no saber quién se quedaría con el puesto de profesor.
“Nos pusieron a ambos en la ONG una semana de prueba para hacer un montaje musical con los jóvenes privados de libertad y luego decidían quién se quedaría. Su amabilidad y manera de trabajar no dio oportunidad para sentir algún tipo de rivalidad. Hicimos tan buen equipo y nos salió bien la actividad que nos dejaron trabajando a los dos. Ella siempre está para dar, para enseñar y alegrar corazones con su música”, narró el profesor.
Despertar talentos
María se encarga de que los jóvenes descubran sus habilidades musicales y el tipo de instrumento que desean tocar, para luego enfocarlos en el aprendizaje a partir de varias facetas en lo académico o en lo terapéutico. Ve a los jóvenes como diamantes, con un talento impresionante, pero que están incrustados en rocas y su propósito es sacarlos para que puedan brillar.
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Ella opina que la música y la cultura exigen mucha disciplina porque invita a los jóvenes a mantener su aspecto físico, saber comportarse y con ayuda de un equipo de sicólogos y trabajadores sociales pueden regenerarse, pero haciéndoles un seguimiento para no reincidir en problemas. Comentó que afortunadamente hay fundaciones que absorben a los adolescentes que salen del centro de atención con habilidades musicales.
La docente también tiene conocimientos básicos en guitarra, piano y cuatro, pero el violín es su acompañante. Lo lleva a todas partes, siempre está con ella en fiestas, reuniones y vacaciones porque siente que el instrumento es parte de su vida. “No sabría estar en sin él porque es mi herramienta de trabajo y donde me pare, toco porque me gusta transmitir algo en la persona que me está escuchando”, expresó.
María se siente bendecida por Dios porque las experiencias le han enseñado a descubrirse como músico, mujer, artista y ser leal con las personas que le tendieron la mano.
Sueña con crear una academia internacional
María Brazón se considera una apasionada de su trabajo, le encanta lo que hace y ha formado una academia propia llamada Scuola Grata. Su pareja hace parte de esta iniciativa porque es maestro de Artes Plásticas y han unificado sus conocimientos para ofrecérselos a los niños y jóvenes en Villa del Rosario. Su expectativa es llevar la escuela a nivel internacional.
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Claudia Guerrero Álvarez es cucuteña y conoció a María por una amiga que le mostró como tocaba el violín su hija, de 7 años. Describió que el talento corre por las venas de la docente y vale la pena seguir apoyando a los hijos si se cuenta con grandes maestros como ella.
“La profesora María es muy comprometida con las clases de la niña, estoy asombrada como mi hija se ha enamorado de la música y especialmente del violín. Gracias a su extensa experiencia y pedagogía sabe cómo llegar, al punto de que la niña desarrolle sus habilidades”, señaló Guerrero.
Recientemente, la docente representó a la ONG, sección Norte de Santander con una de las jóvenes del centro especializado, en Bogotá, donde asistieron varios representantes del gobierno nacional entre ellos el Ministro de Justicia. Juntas interpretaron dos piezas para amenizar el acto.
Redactado por: José Luengo
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