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Kamoru: del Putumayo profundo a las salas de mezcla de Hollywood
El músico y antropólogo colombiano que abrió conciertos con los Kamëntsá y hoy edita para Netflix y A24 cuenta cómo su arte conecta la selva con la industria global.
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Ruby Escamilla
Ruby Escamilla
Viernes, 25 de Julio de 2025

Desde las montañas del Putumayo hasta los estudios más prestigiosos de Hollywood, el colombiano Juan González —conocido artísticamente como Kamoru— traza un recorrido musical que desafía fronteras.

Violinista de formación clásica y antropólogo de carrera, su propuesta artística se nutre de los sonidos ancestrales del sur de Colombia y se proyecta con fuerza en la escena musical internacional.

La historia de Kamoru no sigue el guion tradicional de la industria. Su punto de inflexión no ocurrió en una disquera ni en un festival capitalino, sino en Sibundoy, Putumayo, cuando convivía con la comunidad indígena Kamëntsá durante su tesis universitaria. Allí, redescubrió la música como un canal profundo de identidad y conexión espiritual.


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“El momento en que subí a la tarima con mi familia Kamëntsá como telonero de Los Kjarkas fue revelador. Rompí muchas barreras mentales. Entendí que lo tradicional también aspira a lo global”, contó.

Esa experiencia no solo le permitió ver el potencial de la música indígena en escenarios masivos, sino que lo impulsó a buscar una formación profesional que le permitiera amplificar ese mensaje.

Kamoru comenzó su recorrido en Bogotá, donde fue seleccionado como Joven Talento en el Festival Centro y becado en EMMAT.

Más adelante, una residencia artística en Timbiquí lo inspiró a escribir la canción con la que audicionaría —y ganaría beca— en Berklee College of Music, Boston, uno de los centros de formación musical más prestigiosos del mundo.


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Durante su tiempo en Berklee, tuvo mentores de la talla de Prince Charles Alexander (colaborador de Notorious B.I.G.), Susan Rogers (ingeniera de Purple Rain de Prince) y Sean Slade (coproductor de Creep de Radiohead).

“De Prince aprendí a ver la producción musical como un juego creativo. De Susan, la versatilidad. Y de Gustavo Borner, que la industria está en crisis y debemos emprender con nuestras propias reglas”, reflexionó.

Ya graduado, Kamoru se trasladó a Miami, donde trabajó bajo la tutela de Frank Socorro, ingeniero de Amy Winehouse.

Más adelante, en los estudios de Igloo Music del argentino Gustavo Borner, fue parte del equipo de edición de sonido en producciones de Netflix y A24.


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En ese entorno, compartió espacio con actores como Timothée Chalamet y Salma Hayek, y experimentó de primera mano cómo se construye el sonido en la gran industria.

Pero pese al glamour de Hollywood, Kamoru no pierde el vínculo con sus raíces. Su propuesta actual como productor e ingeniero de mezcla busca, precisamente, tender un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo.

“Creo que la identidad no es algo fijo. Es un campo de transformación constante. Yo he vivido la música desde la selva y los manglares, pero también desde el estudio, con lo sintético y comercial. Ambos mundos tienen valor”, dijo.


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Kamoru destaca que el auge actual de artistas como Karol G o Bad Bunny, que han rescatado géneros tradicionales en sus producciones globales, demuestra que lo identitario tiene cabida en el mercado.

“Estamos en un momento clave para reivindicar la cultura desde la industria. Las músicas nacionales tienen una oportunidad de oro para ser protagonistas en lo global”, afirmó.

Con una visión que une la selva del Putumayo con las plataformas de streaming, Kamoru representa una nueva generación de artistas colombianos que no solo reinterpretan sus raíces, sino que las proyectan con fuerza en el mundo. Su historia es, en definitiva, un testimonio de cómo la música puede ser un canal de identidad, memoria y futuro.


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