

Una abstención sin precedentes fue la respuesta de los venezolanos al régimen de Nicolás Maduro en las elecciones regionales, como muestra del desgano porque prácticamente sus votos depositados en las urnas casi nunca se reflejan en los resultados.
Para la dirigente opositora María Corina Machado el fenómeno de abstenerse marcó niveles por encima del 85% de venezolanos del censo electoral que desobedecieron al chavismo.
Pese a que no se veían filas ni electores en masa y los puestos de votación estuvieron vacíos o con muy escasa asistencia, el cuestionado Consejo Nacional Electoral ‘multiplicó los votos’, al revelar una participación del 42,63%, dato que es objeto de crítica porque las cifras no cuadran.
Es que hay mediciones independientes que reportan solamente el 12,56% de personas que efectivamente acudieron a los puestos de votación en los comicios del último domingo de mayo en el vecino país.
Es tan deslucido todo el proceso, donde el triunfo lo logró el chavismo, que en esta oportunidad su utilizó una figura inexistente como lo es el del ‘elector activo’, en una muestra de que se hicieron ajustes ‘tipo sastre’ para procurar demostrar una elevada participación de electores, que riñe con la realidad de lo vivido en buena parte de los colegios electorales que fueron habilitados.
Al ganar los que optaron por desatender el llamado del régimen de Maduro le acaban de enviar un fuerte mensaje de que pese a la represión, las detenciones arbitrarias y las acciones tiránicas, hay una parte del pueblo que no patrocina esas justas electorales poco claras y acomodadas para atornillarse en el poder tanto nacional como regional.
“Fracasó la estrategia de terror del régimen. Creyeron que a punta de amenazas iban a doblegar a la gente y eso lo que provocó fue más rabia. Hasta los empleados públicos que también dijeron que no”, es la descripción hecha por María Corina Machado para el caso de la abstención activa.
Hay que agregar que eso es lo que la administración de Nicolás Maduro ha sembrado. Ahí tenemos unas elecciones presidenciales cuestionadas y sin querer mostrar las actas sobre los resultados de las urnas el 28 de julio el año pasado, que aún siguen sin reconocer por numerosos países, mientras la oposición reclama el triunfo de Edmundo González.
La administración de Maduro tiene muy poco qué celebrar, puesto que su triunfo fue pírrrico y para la comunidad internacional nada ha cambiado en Venezuela así Maduro quiera mostrar a la revolución bolivariana como muy democrática por las 32 elecciones que ha convocado, pero todas ellas sin garantía alguna de respeto a la decisión tomada por los votantes.
Las intimidaciones, la detención de ciudadanos entre ellos varios colombianos acusados de presuntamente estaban armando un complot contra las votaciones de gobernadores y diputados a la Asamblea Nacional, y el prolongado cierre de la frontera de nada valieron porque ni llegaron más votantes ni nada cambió en un sistema electoral que está lleno de vicios y no lo hace confiable.
Resulta doloroso para la democracia que uno de sus elementos básicos, como lo es el voto, haya perdido total credibilidad entre electorado precisamente por las maniobras orquestadas por un régimen para eternizarse en el poder.
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