Un cielo ocre, edificios perdidos en la niebla y un sol oscurecido: los incendios en Canadá son los causantes de enormes humaredas que desde junio hunden a millones de habitantes de Norteamérica en una nube contaminante tan grande que incluso alcanza a Europa.
Por el número de incendios y por el tamaño de las superficies afectadas que se extienden de este a oeste del país, esta temporada de incendios en Canadá no tiene precedentes, según las autoridades.
La cifra de 8 millones de hectáreas quemadas se superó el miércoles, lo que ya supera el récord anual absoluto registrado en 1989 de unas 7,3 millones de hectáreas. Y aún queda julio y agosto, los dos meses más críticos.
"Tenemos un incendio en el norte de Quebec que actualmente es de 700.000 hectáreas por ejemplo, es tan grande que es difícil imaginar", asegura Yan Boulanger, investigador en el ministerio canadiense de Recursos Naturales y especialista en incendios forestales.
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Otra particularidad de los incendios en los bosques boreales de Canadá es la cantidad de combustible quemado debido al espesor del humus, la capa superior del suelo forestal compuesta por productos orgánicos y con una gran cantidad de carbono.
Estos son fuegos lentos que producen mucho humo debido a una combustión incompleta y generan emisiones más grandes de monóxido de carbono, explica Jack Chen del ministerio de Medioambiente.
Cuando arde, el bosque boreal libera de 10 a 20 veces más carbono por unidad de área quemada que otros ecosistemas.
En seis meses, las emisiones de carbono generadas por los incendios forestales ya superan el récord nacional anual, según los datos publicados el martes por el observatorio europeo Copernicus.
¿Cuáles son las consecuencias en el medioambiente?
La composición química de las partículas de humo del fuego forestal es diferente de las partículas ambientales o de las presentes en otras fuentes de contaminación, como los vehículos o la industria.
Estas contienen una proporción más grande de contaminantes a base de carbono bajo diversas formas químicas que a veces se depositan a cientos de kilómetros de los incendios.
Y sus humaredas tienen también "efectos agudos y crónicos en la salud de la fauna", explicó Matthew Mitchell, de la universidad de Columbia Británica.
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Las partículas "pueden afectar los intercambios gaseosos en la sangre, reducir la capacidad pulmonar de los animales e incluso desencadenar cambios en las respuestas inmunitarias", precisó.
Debilitados, algunos animales podrían tener tendencia "a reducir sus actividades, no buscar comer o reproducirse", según el experto.
Se ha visto por ejemplo el aumento de la tasa de mortalidad de orugas, aves e inclusive de pollos.
"Incluso animales marinos como las ballenas y los delfines resultan afectados cuando emergen para respirar", añadió Matthew Mitchell.
Los incendios de inicios de primavera podrían tener un impacto en los animales en gestación o sobre los recién nacidos, así como también un impacto en los humanos. En Canadá, unas 700 especies se consideran amenazadas, en gran parte debido a la destrucción de su hábitat.
¿Cuáles son las consecuencias para los humanos?
Compuesto por diferentes gases -ozono, dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono- y de otras partículas, el humo de los incendios forestales es peligroso para todo el mundo, aseguran autoridades y expertos.
Pero afecta en especial a niños pequeños, mujeres embarazadas, personas mayores y a los trabajadores al aire libre o a aquellos que sufren problemas crónicos de salud, precisó el gobierno de Canadá.
El mayor temor es por las partículas finas. "Estas son tan pequeñas que penetran en los pulmones, luego pasan a la circulación sanguínea y provocan inflamaciones", explica Courtney Howard, doctora urgentista en Yellowknife, en el norte de Canadá.
Esto causa problemas pulmonares pero también un aumento de las crisis cardíacas e incluso de la mortalidad global, según estudios recientes.
Más allá de la salud física, el humo tiene también consecuencias psicológicas, recuerdan los médicos preocupados por el aumento asociado de la ecoansiedad.
"La reducción en la intensidad de la luz, el cambio de color de la atmósfera, todo eso afecta el humor y provoca ansiedad", agregó Courtney Howard. Y todavía más cuando esto se produce tras largos periodos de aislamiento como durante una pandemia o el invierno.
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