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Mercenarios, el libro que cuenta la historia del asesinato del presidente de Haití a manos de ex militares colombianos
El libro, escrito por el periodista Luis Carlos Vélez reconstruye la historia detrás de la muerte del presidente y la participación de los colombianos.
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Colprensa
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Lunes, 10 de Marzo de 2025

Una historia que parece de película, es la ocurrida el 7 de julio de 2021 cuando un comando de ex militares colombianos irrumpieron en la residencia del presidente de Haití, Jovenel Moïse, quien resultó asesinado en los hechos, ahora se narra en un libro.

Se trata de Mercenarios, la historia no contada del asesinado del Presidente de Haití del periodista Luis Carlos Vélez, quien reconstruye la historia de este comando que había sido contratado por una empresa de seguridad y prácticamente no tuvo resistencia por parte de la guardia del presidente.

Los militares fueron capturados y acusados del magnicidio, ante la obviedad de su participación en los hechos.

El autor del libro, después de años de investigación, ha llegado a la conclusión de que estos hombres no sabían exactamente cuál era su misión, cuando fueron contactados y cómo se enteraron de que todo era un plan macabro apenas horas antes de los hechos.


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Es una crónica periodística que deja en entredicho el supuesto conocimiento que tenían del magnicidio que iban a cometer; embaucados por la promesa de un trabajo rutinario a cambio de una buena remuneración para ayudarles a sus familias.

Con autorización de la Editorial Planeta, estos son algunos de los apartes claves de este libro que acaba de llegar a las librerías del país.

Elegidos

“Siguiendo las instrucciones de Rivera y de Pretelt, Capador armó un grupo de WhatsApp que bautizó ‘Esfuerzo Especial’, en el que incluyó al menos a 50 militares, algunos con quienes hizo carrera en la base de Chiquinquirá, y los invitó a unirse a trabajar en un proyecto de seguridad en Haití, sin darles mayores detalles porque él tampoco los tenía, según contó su hermana...”.

“En esos mensajes, Capador les anuncia que iban a necesitar cerca de 500 hombres para cumplir la misión y que la primera parte era prestarle seguridad al futuro presidente de Haití. ‘Para que crean, señores, muchos dudaron de mí, pero acá les dejo con hechos’, escribió Capador. Les dio a entender que sería una operación grande e importante que contaba con el aval del Gobierno haitiano y de Estados Unidos”.

En República Dominicaca

“Cuando los militares están en República Dominicana, un funcionario del consulado de Haití les recoge los pasaportes en el hotel y se encarga de gestionar el visado, como contaron después los familiares. Los soldados viajan por tierra de República Dominicana a Haití y en el puesto fronterizo las autoridades revisan con cautela sus pasaportes y al verificar que todo está en regla les permiten el paso, esa sería una de las primeras señales de que la operación que iban a realizar era legítima y que cumpliría con el marco de la ley y de la Constitución. No tenían razones para dudar, pues les habían dicho varias veces que Estados Unidos sabía de los operativos que iban a realizar y que habían dado el visto bueno a sus hojas de vida”.


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La misión

“En el audio se escucha una voz en español que dice: ‘¿Ustedes entienden a qué le apuntamos? Nosotros vamos a ser la seguridad de todas esas empresas que van a llegar a ser eso... No es solamente venir acá a hacer operaciones y entrenar al Ejército y a la Policía y nos fuimos, vamos a prestarles seguridad a todas estas empresas”. Intriago complementa: «Nosotros nos vamos a convertir en haitianos, aquí no somos colombianos, vamos a luchar y a proteger este país y sus inversiones como haitianos. Quiero un Buah si están todos de Acuerdo»...

La espera

“Los colombianos, además, estaban inquietos por el futuro de la operación y la reacción que iban a tener los haitianos. ¿Cómo iba a reaccionar el pueblo ante el arresto de un presidente por parte de un comando extranjero? Jaar y James les hicieron creer a Capador y a sus hombres que la mayoría de haitianos iban a salir a celebrar el arresto del presidente y que estarían de su lado, ya que insistían que Moïse era un presidente impopular y un usurpador del poder con ínfulas de dictador. Les aseguraron que los mismos organizadores del operativo se iban a encargar de que hubiera un levantamiento público de los haitianos en las calles manifestando su total apoyo a la salida de Jovenel del Gobierno y que por lo tanto su intervención militar iba a ser percibida como un acto heroico de una nación amiga y admirada, como Estados Unidos”.

“Capador, Rivera y sus hombres, siguiendo instrucciones, organizaron el operativo, en el que participarían además dos fiscales haitianos y policías de la nación caribeña. Rivera, dicen, explicó la misión dividida en tres tareas: ‘La primera era capturar al presidente; la segunda era llevarnos todo el sistema de cámaras; y la tercera eran unas maletas con dinero’. Según los informes judiciales, el presidente tenía en su casa unas maletas con 40 millones de dólares, dinero con el que supuestamente le iban a pagar a los colombianos y así recuperarían lo invertido en la operación”.

Condena exprés

“La investigación fue tan rápida como sospechosa, ya que se logró en tiempo récord y sin mayor evidencia para poner en conocimiento a la opinión pública. Es curioso que en dos naciones como Haití y Colombia, en las que la justicia opera lentamente, se haya dado un resultado tan rápido y con tantos vacíos aún por resolver”.


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“A pesar de que había varios testimonios que decían que los colombianos habían sido víctimas de una trampa y no había una prueba incontrovertible de su participación directa en el magnicidio, algunos medios de comunicación e incluso autoridades colombianas seguían señalándolos de asesinos. Para mí estaba claro que habían sido un gancho ciego, como dijo Duque, y que no deberían estar en una cárcel entre ratas y cucarachas. ¿Por qué unos colombianos querrían matar al presidente de Haití? ¿Quiénes eran los autores intelectuales de este crimen?”.

“A comienzos de 2024, los colombianos quedaron literalmente en manos de unos asesinos e inmersos en fuego cruzado entre la Policía haitiana y las bandas criminales, sin saber qué camino coger. En la situación que atravesaba la isla era más seguro quedarse en la cárcel entre ratas y heces que salir a la calle a que los matara alguna de las pandillas o los mismos policías que ‘silenciaron a sus colegas Capador y Romero, con un tiro de gracia’. A pesar de todo, se sentían más seguros tras las rejas que afuera, donde podían terminar con la boca llena de moscas por atreverse a decir la verdad”.

“Lo más grave de todo esto es que han pasado tres años desde el asesinato y los colombianos siguen encerrados en una celda sin que se resuelva su situación y sin un juicio justo, les han violado todos sus derechos procesales”.


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