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Willy: el exguerrillero que sigue en la lucha, pero por la paz prometida
La trágica realidad de los firmantes de paz en el Catatumbo.
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Ana María Rueda
Ana María Rueda
Miércoles, 12 de Marzo de 2025

Dairo Alberto Vallejo, conocido en su vida guerrillera como Willy, ingresó a las filas de las extintas Farc cuando tenía apenas 9 años. Durante 27 años hizo parte de la organización hasta que en 2016, tras la firma del Acuerdo de Paz, dejó las armas y se reincorporó a la vida civil.

Hoy, a sus 45 años, es el líder del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Caño Indio, en Norte de Santander, donde lucha por mejorar las condiciones de los firmantes de paz y de la comunidad campesina que ha sido históricamente golpeada por la guerra.


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Sin embargo, asegura que el incumplimiento del Gobierno y la falta de garantías han puesto en riesgo todo el proceso.

 

Fue nuestra universidad

Para Willy, su ingreso a las Farc no fue una decisión aislada, sino parte de un contexto que envolvía a muchos jóvenes en las regiones donde la guerrilla tenía presencia. “Uno se enamora de la guerrilla”, dice, explicando que crecer en un territorio donde el único referente de organización y poder era el grupo armado hacía que muchos vieran en él una opción de vida.

En su recorrido dentro de la insurgencia pasó por diferentes roles y estructuras, desde la Juventud Comunista (Juco) y el Partido Comunista hasta las Milicias Bolivarianas, antes de convertirse en combatiente de las Farc. Con el tiempo, entendió que la organización no solo representaba un frente de lucha armada, sino un espacio de formación y disciplina. “La guerrilla es una escuela”, afirma.

“Uno se prepara en finanzas, en organización, en lo militar, en lo político”. Para él, esa formación tenía un objetivo claro: transformar el Estado y luchar por una sociedad más equitativa.

Desde la clandestinidad, muchos guerrilleros lograban estudiar, aunque de manera informal. Willy recuerda que llegó con una educación básica y que, dentro de la organización, aprendió mucho más de lo que le hubiera sido posible en su entorno de origen.

“La guerrilla es la universidad de la montaña, como decía Marulanda”, señala, destacando que muchos excombatientes han logrado validar sus estudios y obtener un título de bachiller tras la firma del acuerdo.

 

Construir un país mejor

Cuando el proceso de paz avanzó, Willy y sus compañeros decidieron dejar las armas con la esperanza de que el Gobierno cumpliría los compromisos adquiridos en el Acuerdo de Paz.

“Siempre buscamos un cambio por la vía política, por la vida negociada”, sostiene. Sin embargo, recalca que la entrega de las armas no fue simplemente una rendición, sino una apuesta por una transformación real en los territorios históricamente marginados.

Entre los puntos acordados, uno de los más importantes para los firmantes era el acceso a la tierra.

“Nosotros dejamos las armas porque queríamos tener un pedazo de tierra, un sustento para la familia”, explicó.

Pero a casi ocho años de la firma del acuerdo, los excombatientes siguen esperando que se materialicen las promesas estatales.


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La reincorporación a la vida civil ha sido un desafío enorme. Aunque el acuerdo contemplaba garantías para la reintegración, el panorama actual dista mucho de lo prometido.

“Nos apoyan con una asignación mensual, pero es muy poca para sostener a una familia”, dice Willy.

Muchos de los exguerrilleros enfrentan dificultades económicas, pues aunque fueron formados en diferentes áreas dentro de la organización, encontrar empleo estable sigue siendo un reto. “En la guerrilla nos daban todo. Aquí nos toca rebuscarnos”, lamenta.

 

Estigmatización y la violencia

Uno de los aspectos más preocupantes del proceso de reincorporación ha sido la creciente violencia contra los firmantes de paz. En Norte de Santander, al menos 40 excombatientes han sido asesinados desde la firma del acuerdo.

“La verdad es que estamos siendo estigmatizados por los grupos armados”, advierte Willy.

Según él, los exguerrilleros que decidieron mantenerse en el proceso de paz son señalados tanto por la disidencia como por otros actores armados.

“Hoy en día, los que no somos disidentes somos narcotraficantes o trabajamos con el enemigo”, dice con indignación.

El temor es constante. A pesar de haber dejado las armas, el conflicto en la región no ha cesado. La reconfiguración de los grupos armados, la disputa territorial y el incumplimiento del Gobierno han hecho que muchos firmantes de paz se sientan vulnerables.

“Nos comprometimos con el Gobierno y la sociedad civil, pero hoy nos asombra ver que hay compañeros que fueron firmantes y están otra vez en la guerrilla”, señala.

Para él, esto no es una decisión voluntaria, sino una consecuencia directa de la falta de oportunidades y de la inseguridad que enfrentan en sus territorios.

 

Liderazgo y lucha

A pesar de las dificultades, Willy ha asumido un papel de liderazgo dentro del ETCR de Caño Indio. Su objetivo es claro: mejorar las condiciones de vida de la comunidad y evitar que más jóvenes sean arrastrados al conflicto.

Desde que llegaron al ETCR, han logrado avances significativos. “Cuando llegamos, esto era un potrero”, recuerda.

Hoy, gracias a su gestión y la de sus compañeros, el espacio cuenta con un puesto de salud, una guardería, una sastrería, una escuela con 44 niños, electrificación y mejoramiento de la vía.

Sin embargo, estos logros han sido producto del esfuerzo de la comunidad y no del cumplimiento de los compromisos gubernamentales. “Uno tiene que estar rogándole a una institución y a otra”, dice.

El desgaste es evidente. El incumplimiento, la falta de recursos y la inseguridad han hecho que muchos firmantes pierdan la motivación. “Uno abandona a los hijos, al hogar, pero el Gobierno busca que uno abandone la lucha por los demás para que cada quien se haga a un lado”, reflexiona.

 

El Gobierno del cambio

Uno de los puntos que más le genera decepción es la actitud del actual presidencial, al que muchos excombatientes apoyaron con la esperanza de que impulsara la implementación del acuerdo. “No nos da pena decirlo, es nuestro gobierno, el Gobierno del Cambio”, dice.


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Sin embargo, sostiene que la realidad en los territorios demuestra lo contrario. “La región está abandonada”, afirma.

Para él, la militarización no es la solución. “Mire el estado de conmoción interior, militares por un lado y por otro, pero lo que se necesita es transformación territorial”, insiste.

 

Entre la esperanza y la incertidumbre

Willy y los firmantes de paz de Caño Indio siguen luchando por mantenerse firmes en el proceso de reincorporación, pero la incertidumbre es grande. La falta de cumplimiento por parte del gobierno, la violencia en los territorios y la falta de garantías han puesto en riesgo el esfuerzo de años.

“No encontramos solución”, admite. Sin embargo, su compromiso con la paz y la comunidad sigue intacto.

“Cambiamos las armas por la palabra”, enfatiza. Ahora, espera que el Estado haga su parte y garantice que la paz no sea solo un discurso, sino una realidad para quienes apostaron por ella.


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