Transcurría el viernes 21 de junio de 1968 cuando una lamentable tragedia estremeció a los nortesantandereanos, un hecho que enlutó a familias enteras con la muerte de 22 niñas del Internado de las Hermanas de la Presentación en Bochalema.
Han pasado más de 50 años desde que el bus que las trasladaba rumbo a Cúcuta aquella mañana, no llegó a su destino y quedó plasmado en la historia como un nefasto accidente del que quedaron muchas incógnitas por resolver.
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Un caso, que al pasar los años ha quedado en el olvido de muchas personas, pero permanece en el recuerdo de quienes sobrevivieron para narrarlo.
Por esa época era común que familias llevaran a sus hijas a estudiar a municipios del departamento en los famosos internados, como fue el caso de estas menores.
Se dice que aquel día, las niñas se dirigían en un bus para participar de la Feria Internacional de la Frontera, como un premio por sus buenos logros académicos.
Con el entusiasmo de visitar Cúcuta y poder enviar un mensaje a sus familias, pues algunas de ellas venían desde Venezuela, 34 niñas subieron al bus acompañadas de dos hermanas docentes y Juan Bautista Angarita, quien fuera el conductor del vehículo.
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Todo parecía marchar bien, hasta que en el sitio conocido como Carboneras, bajando a la quebrada La Honda, el conductor perdiera el control del vehículo haciendo que este cayera a la quebrada, aunque sus causas no fueron establecidas con claridad.
Así lo documentó La Opinión en su edición del lunes 24 de junio de 1968, tres días después del trágico hecho, pues en aquel entonces el periódico no tenía circulación los fines de semana.
¿Qué pasó con las niñas?
Según algunas versiones, la parte de adelante del bus habría caído sobre una gran piedra, haciendo que quienes estaban ubicadas en los asientos delanteros quedaran bajo sus otras compañeras y murieran por asfixia más que por el golpe.
Aunque también hay quienes dicen que las hermanas no permitieron que los rescatistas auxiliaron a quienes se encontraban heridas, porque se les habrían levantado las faldas y “mostraban más de lo debido”.
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En ese momento, dicen que el padre Guillermo Blanco de Bochalema alcanzó a ver el accidente y elevó unas plegarias por las menores fallecidas, mientras el gobierno departamental, en cabeza del ingeniero Gustavo Lozano Cárdenas decretó dos días de duelo, 22 y 23 de junio.
“La dolorosa noticia, causó tremendo impacto en el ánimo de la ciudadanía que disfrutaba de un día feriado y causó una lógica interrupción de la fiesta general. El pasado sábado fueron sepultadas en esta ciudad 7 de las jóvenes, mientras los restantes cadáveres eran trasladados a Venezuela y algunas poblaciones nortesantandereanas”, contó La Opinión en aquella época en su edición N° 3.515.
Los testimonios
Años después de este trágico hecho, algunas de las sobrevivientes y quienes llegaron al lugar para presenciar este hecho, contaron a La Opinión sus versiones de la historia y el impacto que esto representó para sus vidas.
“A pesar de haber ocurrido el siniestro varias horas atrás, las acciones de salvamento y rescate no se habían iniciado de manera organizada. Había mucha gente, pero mirando, casi nadie hacía nada ni se atrevía. No sé si se trataba de una actitud cobarde e indolente o de pánico colectivo. Continuaban los quejidos lastimeros, gritos pidiendo auxilio. Casi de inmediato, llegaron los bomberos y los policías, e iniciaron una labor de rescate más organizada”, contó Gloria Eugenia Valero, señorita Norte de Santander en 1968.
Pilar Acosta, una de las sobrevivientes también recordó los hechos ocurridos aquella mañana.
Fue un milagro. Cuando me sacaron del bus, me llevaron para el colegio de Bochalema y llegaron médicos y se aglomeró gente, porque se suponía que los cuerpos sin vida se iban a velar en el colegio y recuerdo que un médico le dijo a las monjas, que si esta niña no murió en el accidente se podía morir de un shok. Yo estuve consciente, en ningún momento perdí el conocimiento, pero el trauma fue muy grande. La película pasaba una y otra vez. Escuchaba alaridos, las veía ahogar, y veía mucha sangre… No podía ver el agua. La ducha me daba miedo, revivía inmediatamente el accidente”, indicó.
Aquí algunas referencias de las menores:
- Lucía Cárdenas Rincón de 14 años, hija de Ramón Cárdenas Silva, entonces diputado de la Asamblea de Norte de Santander.
- Gloria Molina, de 16 años procedente de Punto Fijo y sus hermana Noelfa Molina.
- Mappy Moros, una de las más pequeñas del grupo era oriunda de Cúcuta, quien había ganado un cupo para visitar a su familia.
- Nancy Ramírez Mora de 9 años
- Gloria Castaño, de 15 años, cursaba su cuarto año de bachillerato. Pensaba junto con sus compañeras, Soledad Rangel y Migdalia Morillo aprovechar su estancia en la ciudad para ver a sus padres.
- Myriam Omaira Segura, también venezolana, había compartido buena parte de su tiempo y sus estudios en Bochalema con Lucía Cárdenas Rincón de quien se había hecho amiga.
- Ana Monroy de Ocaña, de quien en ese momento no se conocieron detalles, pues no aparecen registros documentales.
- Yolanda Muñoz era una niña caleña, que había sido internada por sus familiares y esperaba llegar a la ciudad para llamarlos.
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