Anunciación Castilla Navarro, un campesino de 40 años, residente en la vereda Llano Grande, ubicada a 20 minutos del corregimiento de Aspasica de La Playa de Belén, se despertó una madrugada con la firme convicción de dar un vuelco total a su estilo de vida.
Sin pensarlo dos veces comenzó a arrancar las matas de coca para sembrar café, ante la mirada incrédula de los vecinos del sector, quienes se burlaban de esa idea descabellada.
Atrás quedaba la historia de 20 años como jornalero en La Gabarra donde aprendió los secretos de los cultivos ilícitos, pero observaba que los dividendos eran pocos en comparación con los otros eslabones de la cadena productiva.
“Fueron años perdidos ya que los ingresos son mínimos frente a las exorbitantes ganancias de los demás”, indica el padre de familia que no quiere que sus 7 hijos tomen un camino equivocado.
Conocido cariñosamente como ‘Chon’ y echando mano de la sabiduría popular está plenamente convencido que los seres humanos pueden alcanzar los sueños, si ponen una cuota de sacrificio. “Comencé a trapichar desde muy joven para ganarme el bocado de comida, nací en la vereda Mesas de Lagunitas de Hacarí y a los 18 años viajé a Tibú para raspar coca desafiando el peligro por la presencia de los paramilitares. Nos tocaba chuparnos las verdes y las maduras”, indica el labriego.
Cierto día entendió que le hacía mucho daño al país y empezó una nueva vida sembrando café, cacao y piña, productos que se vende en la plaza de mercado sin tanta zozobra.
“Yo le digo a mi gente que aprendan de la vida, no hay que cerrar la mente y cada día trae oportunidades para la trasformación. No teman a ese cambio, pues esas prácticas ilícitas nos pueden llevar a la cárcel o en el peor de los casos a la muerte. En varias ocasiones estuvo en peligro mi vida”, relata el humilde campesino.
Recuerda aquel día cuando contó con la fortuna de escapar en medio de una balacera presentada en la vereda Mesitas, Hacarí. “Estábamos en una tienda y la guerrilla comenzó a darse plomo con el Ejército, salí corriendo por un callejón para salvar el pellejo”.
Plausible labor
De todo hay en la viña del señor y muchos no comparten la quijotesca decisión de cambiar las prácticas agrícolas. “La coca corresponde a un episodio amargo en mi vida ya que no obtuve beneficio alguno de ese cultivo, ahora la siembra del café es una bendición de Dios”, puntualiza
La suerte estaba echada, no había vuelta atrás, ni siquiera con los comentarios de su tío quien le decía al oído que recapacitara antes de cometer semejante error. “No hay peor sordo que el que no quiere oír reza el dicho popular y a pesar de las discrepancias voy para adelante porque atrás espantan”, confiesa con la firme convicción que va por el camino correcto.
El fiel escudero y testigo de las andanzas, Reinel Vergel Ruedas, resalta la valerosa acción tomada para la reconversión de los extensos sembradíos de coca en florecientes cafetales. “Es otra opción de vida, la paz germina en el corazón del hombre a través de pequeñas decisiones que se convierten en grandes realidades, los cultivos de coca traen guerra y desolación a la zona”, afirma el a mediero.
El vecino Diomedes Vergel Carrascal da fe del próspero negocio y saboreando una tacita de café hace las proyecciones para la nueva cosecha. “Nos está yendo muy bien, por el buen precio del café que supera el millón de pesos la carga para ganarse pan diario”, reitera.
La promotora de Desarrollo Rural del municipio de la Playa de Belén, Eliana Patricia Sánchez, señala que es un esfuerzo muy grande en donde se ven reflejadas las ganas de los representantes del sector agropecuario para salir adelante. “Nos ayuda a mantener esa paz característica que ha tenido el municipio de la Playa de Belén a través de esos cultivos representativos de la región. Es una muestra que sí se puede sustituir ese tipo de plantaciones, vivir de una manera mejor y sin contratiempos”.
Experiencia significativa
Nunca imaginó que el cultivo insignia de Colombia fuera tan rentable y lamenta los años perdidos en otros menesteres en la zona del Catatumbo.
Confiesa que nunca había sembrado una mata de café y tres años después comienza a saborear las mieles del triunfo. “La gente se burlaba de mí pues desconocía cómo limpiar un cafetal, entre preguntas y consultas logré los primeros frutos, demostraron que había tomado la decisión más acertada de mi vida”.
“Las primeras pepitas las vendí por 400 mil pesos, a la segunda le hice millón 200 mil y la tercera cosecha se subió a 15 millones de pesos, este año según cálculos será de unas 58 cargas del grano” narra con optimismo por el crecimiento de la producción.
Sueña con visitar el eje cafetero, aprender las técnicas y generar una réplica de esas granjas en el Catatumbo aprovechando toda la riqueza paisajística.
“Uno piensa que sembrando coca tiene el mundo en las manos, pero mentiras, se destruye el futuro”.
Conjuntamente con su amigo Diomedes Vergel cuenta con aproximadamente 40 mil matas, un soporte para la economía de Llano Grande que con su paisaje natural, calidez de sus gentes y el repunte en los precios podría convertirse en una ruta turística con aroma de café.
La necesidad puede llevar a cometer errores
“La necesidad lo obliga a uno hacer muchas cosas malas, hay gente que se arriesga hasta robar, pero en mi concepto no soy así. Ahora estoy obligado a meter las manos a la tierra, escarbar esa riqueza que hay en el campo y demostrar que sudando ‘la gota gorda’ se consiguen las cosas”.
“Reflexioné sobre el futuro de las nuevas generaciones, ya que estaba en un mundo tan hostil como es el de las drogas, dañando la mente de los jóvenes. Aunque no le debía nada a nadie me podían matar, pues esa gente asesina a diestra y siniestra, entonces decido buscar a Dios y a mi familia que han iluminado mi sendero”.
Por lo extenso de los cultivos asegura que todavía existen matas de coca en sus predios y le ha sembrado una de café al lado. “Le pido respetuosamente al Presidente de la República, Iván Duque y a los representantes de la Federación Nacional de Cafeteros que valore este esfuerzo y me ayuden a tecnificar la producción en su finca”, dice el labriego que abrió los ojos hacia una alternativa viable.
“No me rendiré por fuertes que soplen los vientos, me siento contento con el café. Es un reto maravilloso cambiar la mentalidad de los campesinos ya que alrededor se observan los cultivos de coca. El café es una buena alternativa donde año tras año se recoge el grano y la mata queda ahí sin mucho problema. En los alrededores siembro las verduras para llevar a la olla”, señala.
Tiene 20 hectáreas y sueña con ampliar los predios para los programas agropecuarios. “Uno no necesita vivir con los bolsillos llenos de plata para ser feliz. Duermo tranquilo y la finca es de puertas abiertas para la gente que necesite un favor”.
“Me sueño con sembrar más, terminar con la coca en la región. Se habla de acuerdos de paz y ese proceso comienza desde abajo. El adagio popular señala que el orden comienza en casa y yo comencé con mi finca, existen muchas matas pero si todos pensaran como yo el mundo fuera diferente”, puntualizó.
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