Es viernes de noche y los bares y restaurantes de la Zona Rosa de Ciudad de México están repletos. Sus clientes son mayoritariamente jóvenes, los peor parados de la tercera ola de COVID-19 en el país.
En medio de la algarabía, algunas personas caminan por la calle sin cubrebocas; otras solo quieren beber una cerveza para relajarse.
"Tuve una semana difícil", dice a la AFP un diseñador de 20 años que evita dar su nombre, luego de tomar un par de cervezas con un amigo. "A algunos les vale madre (les importa poco) el covid", agrega antes de encender un cigarrillo.
Semanas atrás evitaba salir para no exponer a sus familiares a posibles contagios. Ahora se muestra aliviado porque este martes comienzan a ser vacunadas las personas de 18 a 29 años, segmento que abarca a los estudiantes, sin clases presenciales desde 2020.
Con 126 millones de habitantes, México enfrenta desde hace casi mes y medio una tercera ola de contagios.
Pese a ello, los indicadores de muertes y hospitalizaciones se mantienen lejos de los niveles de enero, cuando hubo una ocupación hospitalaria de 95% y más de 900 decesos diarios.
Actualmente están ocupadas 31% de las camas con respirador y 41% de las generales, según el gobierno.
Los casos activos, en tanto, suman 101.630, mientras la semana pasada los fallecimientos volvieron a superar -por primera vez en un mes- los 300 diarios.
Con 238.595 defunciones y 2,7 millones de casos confirmados, México es el cuarto país más golpeado por el virus en números absolutos, aunque su tasa de mortalidad es la vigesimoprimera.
"Quieren fiesta"
Como en todos los comercios de Ciudad de México -de 9,2 millones de habitantes-, en los bares de la Zona Rosa se controla la temperatura de los clientes y se les aplica gel en las manos.
Pero esas medidas se antojan insuficientes ante la alta contagiosidad de la variante delta, que ya circula por la mayor parte del territorio.
El pasado viernes, las autoridades elevaron el nivel de alerta en la capital, la zona con más casos de COVID-19 del país, tras un aumento de las infecciones entre jóvenes.
El repunte alcanzó a Jesús Ernesto, hijo adolescente del presidente Andrés Manuel López Obrador, reveló este martes el mandatario, quien destacó que gracias a las vacunas él y su esposa no se vieron afectados. López Obrador superó la COVID-19 a inicios de año.
"La gente quiere tomar", afirma Ernesto Castro, propietario de un bar en la Zona Rosa, quien se lamenta de que el negocio no es como antes de la crisis, si bien el aumento del nivel de alerta no implica restricciones a la actividad económica.
Aunque una mayor movilidad le beneficia, Castro también ve con preocupación el desenfado de los jóvenes.
"La verdad es que a los chavos no les importa si se van a contagiar o no, ellos quieren fiesta. Sienten que no se van a contagiar y es un problema porque finalmente la pandemia está ahí y cada vez más fuerte".
Relajamiento
La mayoría de los hospitalizados por COVID-19 son menores de 52 años y "más del 97% no habían sido vacunados", señala Hugo López-Gatell, vocero de la estrategia gubernamental contra la pandemia.
López-Gatell afirma que la proporción de complicaciones y fallecimientos se mantiene estable porque la mayor parte de contagiados de esta tercera ola "son personas de menor riesgo".
Desde el pasado 24 de diciembre, alrededor de 42,4 millones de personas en México han recibido al menos una dosis, y de ellas 24 millones tienen el esquema completo.
López Obrador asegura que las estadísticas demuestran la efectividad de una estrategia que priorizó la inmunización de las personas de la tercera edad.
Para el epidemiólogo Malaquías López, la nueva ola se debe a una mayor movilidad social y al relajamiento de las medidas de autocuidado.
"No había más que esperar a que se dieran las condiciones necesarias y se incrementó la cantidad de contagios", comentó a la AFP el especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México.
López cuestiona, de otro lado, el manejo del "semáforo epidemiológico" por parte de las autoridades, que originalmente restringían actividades con base en el número de infecciones en una escala de cuatro colores.
"Se sigue utilizando una cromática que supuestamente debería ser indicativa del riesgo y de las posibilidades de actividad social, pero lo trivializan y ahora tenemos un semáforo que permite que todo siga funcionando", sostuvo.
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