Cuando se enteró de que miles de migrantes estaban entrando desde la vecina Marruecos, Gloria Nisrin, habitante del enclave español de Ceuta, admite haber sentido pánico.

"Escuchaba a algunos que decían que querían quitar a los colonos de Ceuta, y yo lo viví con mucho pánico", dijo a la AFP esta mujer que vive en esta ciudad norafricana, controlada por España durante siglos y reivindicada por Marruecos.

"Pero luego cuando vi que la gente (...) se quitaba la ropa mojada e iban en calzoncillos por las calles, (...) pues empecé a tirarles ropa porque no podía verlos caminando descalzos", señaló.

El ingreso de unas 8.000 personas desde Marruecos los primeros días de la semana, unas imágenes que dieron la vuelta al mundo, desataron el miedo en el enclave de 84.000 personas, donde muchas tiendas y bares cerraron temiendo saqueos.

Se extendió el "pánico", "sobre todo las mujeres y niños no se atrevían a salir a la calle porque tenían miedo", dijo un jubilado de 70 años que declinó dar su nombre.

"Los comerciantes han cerrado todas las puertas porque tienen miedo, estas personas que han entrado vienen escasos de todo, tienen necesidades absolutas, de comer, de defecar, de aseo, de todo, entonces tenían miedo de que entrasen en los establecimientos a robarlos", explicó.

La mayoría de los migrantes son jóvenes o adolescentes, que nadaron hasta las playas de Ceuta en búsqueda de trabajo o para escapar de la pobreza y el hambre en Marruecos, que se han intensificado con la pandemia del covid-19.

Sin dinero pero eufóricos, estos migrantes se dispersaron por la ciudad hasta que España reforzó la seguridad con soldados y vehículos blindados en la playa fronteriza y comenzó a regresarlos al país vecino.

Temor al covid 

El gobierno español indicó que ya retornó a 6.000, por lo que quedarían unos 2.000 en la ciudad, de ellos 800 menores, según las cifras oficiales.

La mañana del jueves, se podían ver grupos de jóvenes recorriendo las calles de Ceuta, algunos con bolsas con comida o cobijas que les habían entregado habitantes de la zona y oenegés, que también repartían mascarillas.

"Me dio miedo, porque eran muchísimas criaturas corriendo por la calle, no sabían dónde iban, se escapaban de la policía", relató Rafaela Callejas, un ama de casa de unos cincuenta años. 

Pero su temor no era que le hicieran algo "sino miedo porque hay un virus mundial que ha matado a muchas criaturas", aclaró a la AFP.

La noche del miércoles, personal de Cruz Roja con equipo de protección realizaba pruebas de covid a menores sentados en una larga mesa afuera de un almacén cerca de la frontera.

De todas maneras, muchos migrantes iban sin mascarilla o la portaban en el mentón.

"¡Ponte la mascarilla, ponte la mascarilla!", le gritaba un hombre a dos migrantes que pasaban a su lado.

Ceuta y Melilla, "ciudades olvidadas" 

Algunas personas se mostraban conmovidas, y ofrecían a los migrantes comida, ropa o algunas monedas, pero otras se mostraban irritadas y preveían que la situación se complicaría pronto.

"Conforme vayan pasando los días, la delincuencia va a ir en aumento, porque ellos van a necesitar comer, van a necesitar bebida (...) ¿Qué van a hacer? Robar", se lamentó Luis Dueñas, un empresario de 39 años.

"El problema es que nos vemos desamparados por el gobierno de España, porque (...) tampoco pone los medios como para ayudarnos", dijo, criticando al ejecutivo de Pedro Sánchez.

Ceuta y el otro enclave español norafricano, Melilla, son "ciudades olvidadas", acotó.

"Sueltan mucho dinero. pero cuando tienen que actuar de verdad, nunca actúan", agregó.