Solo en una semana, ocho colombianos llegaron al albergue para migrantes del padre Alejandro Solalinde en la ciudad de Oaxaca, en México, para hacer una pausa en su tránsito desde Colombia a la frontera sur de Estados Unidos.
Solalinde lleva 17 años prestando atención humanitaria a los desplazados internacionales que buscan pisar territorio estadounidense, y nunca antes había visto a tantos migrantes arribar a su hogar de paso en el que pueden estar más de 300 personas en una jornada y recibir a miles cada mes.
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Cuando un migrante llega a su casa toma sus datos, guarda una copia de los documentos de identidad, sus teléfonos y fotografías para tramitarle un permiso que le permita atravesar desde Oaxaca –que está en el sur de México– hasta cualquier punto del norte del país, desde donde luego cruzan a suelo estadounidense.
El trámite con los colombianos es igual: se asegura de que sus identidades estén al día, les da techo y comida mientras consiguen una autorización de tránsito de las autoridades mexicanas, para luego custodiar en la distancia su camino hasta la tierra gringa prometida.
De todos los países del Sur, Colombia es el que más migrantes está poniendo en su albergue, detrás de Venezuela. “Los que emprenden el viaje están buscando la reunificación familiar, son profesionales y muchos llegan en avión”, cuenta Solalinde.
La ruta es así: desde cualquier parte de su tierra patria toman un vuelo hasta Cancún o el D.F., una vez llegan allí, viajan por tierra hasta el albergue para luego emprender una travesía de una semana en bus y a pie hasta el norte. Así como el sacerdote de 77 años está presenciando un flujo migratorio de connacionales que no había evidenciado en sus casi dos décadas de tareas humanitarias en la frontera, las cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos confirman esa tendencia.
Hasta el pasado 15 de junio esa dependencia tenía registros de 74.952 colombianos que fueron identificados en fronteras custodiadas. Ese número es siete veces mayor a los 10.495 connacionales que fueron registrados en 2021, y multiplica por 27 veces las estadísticas del periodo de pandemia de 2020, cuando hubo 2.768.
Ese balance de 74.952 personas incluye a quienes fueron tramitados bajo el Título 8, los que no fueron admitidos en este, y las expulsiones bajo el Título 42. En otros términos, dentro de esa cifra hay quienes consiguieron cruzar al otro lado, pero una buena parte son deportados por no cumplir las condiciones para quedarse en suelo norteamericano.
Con esos números, Colombia es el sexto país de Latinoamérica y el segundo de Suramérica que pone a más personas en esa concurrida zona limítrofe.
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Es tan creciente el flujo migratorio que 21 de los 135 vuelos con deportaciones que salieron desde Estados Unidos en mayo aterrizaron en territorio colombiano, cada uno con alrededor de un centenar de personas. Las deportaciones y la situación de seguridad dan cuenta de que el tránsito no es sencillo. Incluso, la vicepresidenta y canciller, Marta Lucía Ramírez, hizo un llamado a los connacionales “para que consideren la realidad de la situación y los peligros que implica llegar ilegalmente a Estados Unidos”.
La oficina de Ramírez apuntó que los pasos fronterizos más peligrosos son Eagleapass, Laredo y El Paso en Texas; además de Yuma y Eloy en Arizona. Sin embargo, el sacerdote Alejandro Solalinde llamó la atención sobre que todos los cruces son inseguros.
Anayeli Flores, responsable de asuntos humanitarios de la organización Médicos Sin Fronteras en la zona, le dijo a este diario que el número de migrantes en ciudades mexicanas aumentó, lo que ha generado una gran carencia de servicios de alojamiento, alimentación y salud para atenderlos, además de un hacinamiento de solicitantes de asilo.
Los datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza ya dejan el precedente de que 2022 será el año en el que más colombianos arribaron a la frontera norte de México intentando cruzar a Estados Unidos, a pesar de que la administración del presidente Joe Biden mantiene las restricciones a la migración por las múltiples caravanas de latinoamericanos que intentan llegar a ese país.
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