Casi a diario dentro del Búnker de la Fiscalía, ubicado entre el Palacio de Justicia y la sede del Banco de la República, en Cúcuta, se escuchan disparos, pero no porque esté sucediendo alguna situación irregular, se trata de las pruebas que les hacen a las armas de fuego que son incautadas por la Policía en las calles de la capital de Norte de Santander y el área metropolitana.
“Cada una de esas armas incautadas y que son traídas a la URI (Unidad de Reacción Inmediata, de la Fiscalía) se prueban para saber si funcionan y, además, se analizan para determinar si han sido usadas en algún homicidio o hecho delincuencial”, asegura Guillermo Mora Hernández, director técnico del laboratorio de balística del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI).
Gracias a ese estudio balístico, la Fiscalía sabe hoy qué tipo y qué marca de arma de fuego han usado en el 87 por ciento de los 48 asesinatos que se han cometido este año en el área metropolitana de Cúcuta. El porcentaje restante de homicidios se ha dado por heridas de cuchillos o puñal o simplemente la muerte quedó por establecer por parte de Medicina Legal.
¿Pero cómo pueden saber eso? Los estudios y análisis que hacen en cada una de las escenas de los crímenes, donde se encuentran vainillas y proyectiles, son fichas claves en las investigaciones para llegar a esa identificación.“Cada revólver, pistola o fusil deja una huella única y propia, Jamás se repiten y es ahí donde podemos establecer si se usó una Glock, Pietro Beretta, Zigzaguer o cualquier otra marca que son muy comunes en las calles de Cúcuta para cometer los asesinatos”, dice el funcionario judicial.
El laboratorio especializado del CTI
Para llegar a establecer qué clase de arma se usó en cada uno de los crímenes, no es tan fácil como parece, pues el primer paso es recopilar cada una de las vainillas o proyectiles que encuentran en los sitios donde se registró algún caso.
“Por eso es que las escenas de los crímenes se protegen, acordonando con una cinta amarilla alrededor donde se ve que está este material de prueba y el cadáver, para evitar que se pierdan o alteren el lugar”, es la precisión de un perito forense especialista en la inspección técnica al lugar de los hechos.
Una vez este material probatorio es recolectado, embalado y rotulado, lo envían al laboratorio de balística, bien sea el que tiene la seccional del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI), en Cúcuta, o el de la Dijín que está en Bucaramanga. En estos sitios, los expertos se encargan de analizar y verificar todas sus ‘huellas’, para saber a qué arma pertenece y si esta ya ha sido usada en otros hechos criminales o delincuenciales.
“Hacer esos análisis no son nada fáciles, pues acá no llega una sola vainilla, hay casos donde traen 30 o más casquillos y nos toca verificar uno a uno, y si sirven hay que analizarlos y compararlos y así subir todo al Sucoba (Sistema Único de Comparación Balístico) y que sea el sistema el que nos diga si fue disparada por un arma que ya tenemos registrada. Mínimo nos tardamos tres días en el análisis”, manifiesta Guillermo Mora.
¿Pero cuáles son esas características que son analizados por los peritos balísticos? El funcionario del CTI aseguró que son dos huellas específicas: una está en el casquillo o vainillas y la otra en el proyectil u ojiva.
“Cada vez que se acciona un arma, en las vainillas queda una impresión por el mecanismo de disparo. Es decir, en el culote la aguja percutora deja una característica particular, por su forma, y en los proyectiles por unas estrías que hay dentro del cañón, porque su estructura interna así fue hecha. Mediante ese análisis es que establecemos el tipo de arma”, indica el director técnico del laboratorio de balística del CTI.
Según el perito, la pistola Glock es la más usada para cometer homicidios en Cúcuta y el área metropolitana, aunque es una de las más costosas en el mercado negro, porque su precio supera los 10 millones de pesos, pero también están la Pietro Beretta, Taurus, Jericho y Zigzaguer.“Su uso tan común se debe a que son muy fáciles de conseguir en el mercado negro a muy buenos precios, aunque también hay bandas dedicadas a conseguirlas para alquilarlas, entonces el sicario o el delincuente ya sabe dónde es que las prestan a cambio de dinero”, comenta una fuente judicial.
El análisis balístico
Para hacer esos análisis, el CTI cuenta con un endoscopio que ayuda a verificar la parte interna del cañón de cada pistola, revólver, fusil, ametralladora o subametralladora incautadas y así saber el tipo de estrías que tienen.
Los peritos balísticos también cuentan con un dinamómetro, con el que analizan el dispositivo disparador para medir la fuerza de cada una de las armas.
Luego analizan las vainillas o proyectiles en un estereomicroscopio o microscopio de disección, donde verifican las características que dejó la aguja percutora en el culote o las estrías del cañón que quedaron impregnadas en el proyectil, con sus longitudes. Por último, si hay alguna duda con los casquillos, los expertos usan un calibrador para tener más detalles del largo y el ancho.
Cuando el perito cuenta con toda la información necesaria, la introduce en un banco de datos sistematizados que tiene el laboratorio balístico y es ahí donde hacen la consulta para saber qué clase o marca de arma fue la que se usó.
“Y precisamente en este paso, es donde el sistema nos informa que unas vainillas o proyectiles con las mismas características ya las hemos analizado y nos pide que vayamos a compararlas en el Sucoba”, explica Guillermo Mora Hernández, perito balístico.
El Sucoba es un programa diseñado por un grupo de ingenieros de la Fiscalía, en 2010, que comenzó a ser operado en el 2018. En este sistema es donde están todas las bases de las armas que han sido usadas para cometer algún crimen y es así como establecen si la pistola fue accionada en una oportunidad o en infinidad de veces.
“Al poner la vainilla o el proyectil en el Sucoba se toman muestras, las imágenes se suben al sistema y de inmediato nos arroja las coincidencias de otros análisis y sabemos la marca del arma y si ha sido usada solo acá o en otra ciudad, porque desde Bogotá nos auditan”, precisa el director técnico del laboratorio de balística del CTI.
Si las muestras de las otras vainillas o proyectiles están en la seccional de Cúcuta, el perito las solicita al depósito de la Fiscalía y en el microscopio de comparación balística verifica los elementos para finalmente emitir un informe para que el fiscal comience a unir los casos y si encuentran alguna comparación con un arma que fue incautada, procese penalmente a quien se la encontraron.
Pese a toda esta tecnología con la que hoy cuentan, el técnico en balística advirtió que cada vez que hacen algún análisis deben ser muy meticulosos para no equivocarse y así evitar que en algún proceso judicial o investigación se desvirtué esa prueba ‘reina’.“Cuando nosotros hablamos de la misma marca, debemos tener mucho cuidado, porque algunas armas dejan huellas muy parecidas. Por eso, siempre vamos muy al fondo y miramos los microrrayados, que son los que nos dan la pauta para emitir el concepto. Ahí no tenemos en cuenta ni calibre ni forma de percusión ni huellas de contrarrecámara”, afirma el funcionario judicial.
¿De qué sirven esos análisis?
Jaime Williams Cuesta Peña, director seccional de Fiscalías de Norte de Santander, asegura que esos análisis balísticos son muy importantes dentro de las investigaciones de los homicidios y a la hora de ser procesado un capturado, porque ante un juez llegan a ser hasta una prueba clave para las condenas.
“En cada caso que se logra un ‘hit’ o positivo, al ver si hay una correspondencia entre el elemento hallado (vainilla o proyectil) y la base de datos del Sucoba, nos ayuda en el ciento por ciento de las investigaciones”, manifiesta el representante de la Fiscalía.
Y para que el ente acusador pueda llegar a establecer si una persona que está detenida fue la que disparó esa arma que tienen en el sistema, la Fiscalía debe contar con otro tipo de pruebas, tales como testigos o videos. “Eso ya es con una actividad investigativa que nos permite verificar la autoría”, agrega el director.
Aunque Jaime Cuesta dejó en claro que los estudios balísticos son muy esenciales en las investigaciones, porque así pueden esclarecer cualquier tipo de homicidio o de hurto en la que haya estado involucrada el arma que aparece en el sistema, ese resultado ayuda al fiscal en el momento de estar al frente de un juez imputándole los cargos a alguna persona que haya sido detenida en flagrancia o durante el largo camino de las pesquisas.
“Es importante saber que no todas las armas están registradas en el Sucoba, también nos encontramos con casos donde hacemos la consulta y no hallamos ninguna correspondencia en la base de datos, porque tenemos claro que entre el 95 o 98 por ciento de los homicidios no se cometen con armas amparadas de manera legal”, dice el director regional de Fiscalías.
Y precisamente, para contrarrestar ese flujo de armas de fuego ilegales en las calles de la ciudad, la Policía Metropolitana de Cúcuta se ha dedicado a requisar personas y vehículos, así como a ubicar sitios donde las alquilan o quienes se encargan de su transporte. Los resultados han sido muy satisfactorios, pues hasta el viernes pasado llevaban 108 armas incautadas.
La Policía del departamento logra 74 resultados positivos
La Policía de Norte de Santander ha sido una de las más beneficiadas con esos análisis de balística, porque a pesar de la complejidad de la zona que manejan los investigadores, el año pasado lograron anotarse 74 positivos solo en Ocaña y Tibú, por ser los municipios donde los índices de homicidios son muy altos.
Según una fuente judicial, diez armas de fuego que fueron incautadas durante 2020 tuvieron la coincidencia en el Sucoba para esos hechos criminales.
“Podemos decir que esas armas fueron usadas para cometer 74 asesinatos, la mitad en Tibú y la otra mitad en Ocaña. Estos hechos, ocurridos entre 2018 y 2020, son atribuidos al Eln y a las disidencias de las Farc y Los Pelusos”, sostuvo un investigador.
Pero llegar a esas armas de fuego no ha sido tan sencillo para las autoridades que han tenido que pagar recompensas para que les informen dónde las esconden y otras las encontraron en los allanamientos o requisas que hicieron el año pasado.
Aunque los investigadores capturaron 30 personas que estarían involucradas con esas armas, no las han podido vincular directamente con cada uno de los hechos que se habrían cometido. Por ahora, están en la etapa de juicio donde intentan demostrar, por medio de otro material probatorio, que sí están inmersos en los 74 asesinatos.
La fuente judicial afirmó que todas las armas que han logrado incautar han sido ingresadas ilegalmente por la frontera, por eso se les complican las pesquisas.
Uno de los casos más sonados
En junio del año pasado, la Policía capturó a Harold Rubén Prieto Lobo, quien tiene antecedentes por homicidio y fuga de presos, Jaime Yesid Gelvis Prieto, Horman Javier Duarte Lobo, Jorge Jhonny Fuentes Velilla y a Erick Andrés Suárez Alván, todos señalados de pertenecer a la banda delincuencial Los Manzaneros. Según las investigaciones, esta organización tendría injerencia en los barrios Loma de Bolívar, Cundinamarca, San Miguel y parte del centro de Cúcuta, dedicándose al microtráfico, hurto y sicariato.
El día de la detención, los uniformados les incautaron dos pistolas calibre 9 milímetros marcas Prieto Beretta y Glock; un revólver calibre 38, marca Taurus, y un rifle de réplica y de fogueo. La operación se dio en la urbanización Brisas de Las Américas.
Como las autoridades ya les tenían un seguimiento y sabían de sus fechorías, enviaron los elementos incautados a un laboratorio de balística forense de la Dijín, donde evaluaron el estado y su funcionamiento, además, les hicieron una muestra de patrón, para identificar la ‘huella’ de cada uno en el Sistema Único de Comparación Balística (Sucoba).
Luego de varios días, los peritos balísticos establecieron que una de las pistolas fue usada en por lo menos siete homicidios entre 2019 y 2020, casos que pudieron ser imputados con total certeza por parte de la Fiscalía, contra uno de los integrantes de esta banda.
Ante eso y otras pruebas que tenía el ente acusador, a Harold Prieto Lobo no le quedó otra que confesar que él era quien habría cometido esos crímenes pero, además, le contó al fiscal que también habría asesinado a otras siete personas. En total, fueron 14 homicidios los que aceptó y por los que hoy está en prisión.
Este es uno de los tantos casos donde las autoridades judiciales han logrado establecer qué tipo de arma se usó, gracias al Sucoba.