Todo estaba listo. La orden de Camilo, un cabecilla del frente Héctor, del Eln, era que el viernes 23 de junio debían entregar, a como diera lugar, al periodista Derk Bolt, de 62 años, y a su camarógrafo Eugenio Marie, de 58, los dos de nacionalidad holandesa, porque se les estaba convirtiendo en un problema seguir manteniéndolos en sus manos, pues ya cumplían siete días de tenerlos retenidos y la presión del Ejército para que los dejaran libres era cada vez mayor.
Ese día, desde muy temprano en la mañana, un guerrillero se contactó con un miembro de la comisión humanitaria y le dijo que antes de las 5:00 de la tarde debían estar en un sector del Catatumbo, a cinco horas del casco urbano de Tibú.
Una vez se conoció el primer punto de encuentro, los representantes de la Diócesis de Tibú, el personero tibuyano Richard Claro, y los defensores del Pueblo, Jorge Villamizar y Nelson Arévalo, alistaron todo para partir a la reunión.
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Información falsa
Hacia la 1:00 de la tarde se inició la movilización, pero la caravana de tres vehículos no había alcanzado a rodar más de 10 kilómetros, cuando los miembros de la comisión comenzaron a recibir llamadas para preguntarles si era cierto que el equipo periodístico holandés había sido liberado, pues un medio de comunicación nacional así lo había informado.
La incertidumbre y la preocupación de inmediato invadieron a ese grupo de personas que estaba intercediendo ante el Eln para que devolviera a los ciudadanos extranjeros retenidos.
Nadie sabía qué hacer o qué creer. Solo hasta después de 20 minutos, cuando uno de los integrantes de la comisión logró contactarse con un guerrillero, fue que se conoció que toda esa información y el mensaje que el Eln puso en su cuenta de Twitter, era falso. Derk Bolt y Eugenio Marie, seguían en manos del frente Héctor.
Con esa aclaración, la delegación continuó su camino y cinco horas más tarde estuvo en el punto que le había sido referenciado. Una vez ahí, un persona se acercó y aseguró que ante la falsa noticia del mediodía, los planes cambiaron y que la entrega de los retenidos sería en otro sitio más apartado, por lo que fue necesario movilizarse otras cuatro horas más en los vehículos.
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Hacia las 10:00 de la noche del viernes, la caravana humanitaria llegó a un recóndito lugar, en el corazón del Catatumbo, donde solo llegan o salen quienes viven en la zona o que han logrado tener permiso de la guerrilla para transitar, afirmó un habitante de ese sector.
En medio de la oscuridad y una espesa selva, aparecieron varios hombres vestidos de civil a quienes en la pretina se les podían ver las pistolas que portaban.
Al encuentro
Ahí, en ese punto, se detuvo la caravana y por cerca de una hora se esperó a que dieran la orden para seguir adelante, a otro sitio donde finalmente sería el encuentro con el equipo periodístico holandés. Y así fue.
Luego de que avanzar un kilómetro, la comisión se topó con cerca de 30 guerrilleros de uniforme verde oliva y fuertemente armados. Tenían ametralladoras punto 50, granadas y fusiles.
Todos los subversivos cubrían sus rostros con pañoletas rojinegras, que llevaban la sigla del Eln.
Dos guerrilleros tomaron la vocería para anunciar que eran enviados por el comandante para finiquitar la entrega de los extranjeros. “El Frente de Guerra Nororiental Manuel Pérez Martínez, del Eln, le hace entrega de manera oficial de los dos ciudadanos holandeses que fueron retenidos en un control territorial”, señala uno de los hombres armados.
Derk Bolt y Eugenio Marie no lo podían creer. Una vez oyeron que quedaban en libertad, una enorme sonrisa se marcó en sus rostros y de inmediato se abrazaron con los delegados de la comisión humanitaria.
Las fotos y los videos no se hicieron esperar y pasados varios minutos todos volvieron a las camionetas, mientras que los guerrilleros del Eln, situados en fila a cada lado de la vía, esperaron hasta que la caravana se marchara.
Lo vivido en cautiverio
Para los holandeses parecía mentira que hubieran recuperado su libertad, pues una vez adentro de una camioneta no se cansaron de darle las gracias a uno de los sacerdotes que dirige la pastoral de víctimas, de la Diócesis de Tibú. Además, Derk Bolt, quien es el único de los dos extranjeros que habla más o menos español, comenzó a contar cómo había sido esa vivencia de seis días de retención.
El periodista sostuvo que el miedo fue la mejor compañía para él y su camarógrafo.
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“Jamás habíamos vivido algo así. Ver tantas personas armadas da mucho susto. En nuestro país escuchar la palabra guerrilla significa terror, pues lo que hemos visto de eso es que son gente sin alma. Aunque ahora que estuvimos en esa situación podemos decir que vemos las cosas de otra manera, pues estos guerrilleros del Eln no se portaron mal con nosotros, siempre nos trataron bien y jamás nos amenazaron con sus enormes armas”, relata el holandés.
Bolt narró que la tarde del sábado 17 de junio, él y su compañero, Eugenio Marie, se encontraban en la vereda Versalles, de Tibú, ubicada en la vía que lleva a El Tarra, recién llegados desde Cúcuta, tomando algunas fotos y haciendo unos videos, cuando se les acercó un hombre en una moto y les ordenó que entregaran las cámaras y todo lo que llevaban.
“Yo pensé que era un ladrón y nos asustamos, entonces nos subimos a la camioneta que alquilamos para ir hasta allá, e intentamos arrancar para devolvernos, pero creo que eso fue peor, porque ese hombre y otras personas que estaban cerca, sacaron sus armas”, recuerda.
Y añade: “una vez nos quitaron todos los equipos y las llaves del carro, nos dijeron que eran guerrilleros del Eln y que nos llevarían ante su comandante. No entendíamos porque hacían eso. Les explicamos que éramos periodistas y que estábamos en esa zona buscando el exmarido de una señora que entregó hace muchos años en adopción a una hija, a una pareja de holandeses, pero ellos decían que tenían que indagar primero quiénes éramos de verdad, pues creían que pertenecíamos a la CIA”.
Desde ese momento, la situación se tornó crítica para el equipo periodístico. Los subversivos los llevaron hasta cerca de Versalles y de ahí tuvieron que caminar muchas horas. Según Derk, fueron casi 14 horas a pie y a lomo de mula. El domingo tuvieron un pequeño descanso, pero cuando caía la tarde, pasaron un tremendo susto, porque estando en una vivienda, escucharon el sobrevuelo de dos helicópteros y al asomarse por una ranura, se dieron cuenta que eran aeronaves del Ejército.
“En ese instante comenzaron los guerrilleros a decirnos que no podíamos decir nada y que debíamos esperar. Luego, más tarde, salimos a correr por el monte, hasta llegar a un camino y seguimos caminando mucho más”, añade.
Lo peor de todo fue que los extranjeros tuvieron que permanecer los seis días con la misma ropa y zapatos que llevaban puestos ese sábado que fueron retenidos, porque la guerrilla no pudo conseguirles botas pantaneras número 45 ni prendas de vestir para su tamaño. Algunos pantalones y camisetas que les llevaron, les quedaron pequeños.
“Entonces las caminatas con los tenis que tienen una suela lisa no es fácil, por eso me caí como tres veces y me golpee en el pecho, ahora siento una molestia en las costillas”, recuerda Bolt.
Siguiendo con las anécdotas, los holandeses recuerdan que en la mañana, en la tarde y en la noche solo comieron arroz, plátano y en algunas ocasiones carne o sardinas.
“Los paisajes por donde pasamos son muy lindos y cambiantes, pero la comida siempre era la misma. La gente del Catatumbo es muy agradable, pero no creo que vuelva por allá”, dice Derk.
El conductor del programa de televisión “Spoorloos” (“Sin rastro”) a su regresó a la libertad pidió tomarse una cerveza junto a su compañero, a quien se le dificulta mucho comunicarse porque solo habla inglés. Ayer, en la tarde, el periodista y el camarógrafo retornaron a Bogotá y de ahí patrtirán hacia Ámsterdam, su ciudad de origen, donde sus familias los esperan.