La muerte violenta de Marlon Javier Gómez Rangel, de 19 años, ha causado conmoción y división entre una familia, debido a que el agresor sería su propio primo, de 17 años. Todo ocurrió cerca de las 8:00 de la noche del lunes, mientras compartían una tradicional noche de juegos entre varios amigos, sobre la calle principal del corregimiento de San Pedro, ubicado en la zona rural de Cúcuta.

Según testigos, el menor de edad sacó un arma de fuego, la cargó con una bala, le dio un beso y luego de decir textualmente “esta es la bendita”, disparó en contra de su propio primo, quien cayó inmediatamente al piso.

"Eso nos dijeron los amigos con los que ellos estaban, la verdad, es extraño que eso haya sucedido, no entendemos si se trató de un accidente o si fue algo intencional”, indicó un familiar.

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Gómez Rangel fue trasladado en un vehículo particular hasta la Unidad Básica Puente Barco Leones, en barrio Blanco, allí los galenos informaron que habría ingresado sin signos vitales.

“El disparo le llegó justo a la aorta, que se encuentra en la parte profunda del abdomen, según los mismos médicos las posibilidades de que se salvara eran mínimas porque el impacto afectó internamente sus órganos vitales”, expresó un allegado a la familia. 

Marlon Gómez se dedicaba a trabajar en la instalación de gramas y pisos sintéticos, su sueño anhelado era culminar los estudios  y construirle una casa a su mamá.

Vivió hasta los 8 años en el barrio San Mateo de Cúcuta, en el hogar que conformó una de sus hermanas, “a esa edad se fue para donde la mamá en San Pedro y ahí estuvo acompañándola y trabajando para ella, hasta el último día de su vida”, argumentaron nostálgicos los seres queridos.

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Se fue por el río

Según los mismos familiares, el presunto agresor, una vez se percató del crimen que había cometido, salió corriendo río arriba y nadie sabe sobre su paradero. Sin embargo, esperan que se entregue pronto a la autoridades para que se pueda esclarecer el hecho trágico que tiene a una misma familia atravesando un doble duelo, dos hermanas que lloran a sus hijos, una que debe llevarlo hasta el cementerio y otra que, probablemente, tendrá que llevarlo hasta la prisión.

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