El silencio de las matas de coca en Versalles, zona rural de Tibú, fue interrumpido por el sonido agudo de un zumbido. Unos soldados del Ejército Nacional, que minutos antes habían ingresado al sector para verificar un reporte de explosivos enterrados, apenas notaron lo que estaba ocurriendo cuando un dron apareció en el aire.
“Era el primero. Salió a hacer reconocimiento. Buscaba tropas, objetivos, rutas. Y nos encontró”, relata un capitán experto en el manejo de artefactos explosivos del Ejercito a La Opinión.
Instantes después, un segundo dron surcó el cielo, esta vez portando una carga letal. “Venía armado. Lanzó una munición improvisada que no estalló al caer de lado. Era un artefacto de fabricación casera, pero con precisión de guerra”, añade.
De la guerra en Ucrania a las montañas del Catatumbo
La mayoría de los drones que son utilizados por manos criminales en el Catatumbo son modelos comerciales, especialmente el Mavic 3 de la empresa china DJI, capaces de levantar hasta 570 gramos y operar con precisión gracias a sus sistemas de navegación GPS, altímetros y brújulas magnéticas. Con un alcance de hasta 10 kilómetros y alturas de 500 metros, se han convertido en una herramienta de guerra asimétrica en esta región donde el conflicto armado ahora se reinventó.
El Eln y el frente 33 de la disidencia de las Farc han adaptado las tácticas que se han visto en conflictos internacionales. “Es una copia exacta de lo que pasa en Ucrania”, afirma el capitán del Ejército.
El uso de drones no responde a patrones regulares. Es una guerra de oportunidad. Si hay visibilidad, atacan. De día o de noche, el zumbido puede aparecer en cualquier momento. “A veces los lanzan por diversión o para probar si están funcionando. Otras veces, para matar”, dice la fuente del Ejército.
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La cadena criminal del dron bomba
Detrás de cada ataque con nave no tripulada en Norte de Santander, existe una red logística compuesta por talleres clandestinos donde se fabrican los explosivos.
Ahí se ensamblan mecanismos rudimentarios con ganchos, aletas de PVC y metralla improvisada —clavos, tuercas, tornillos—. Las cargas explosivas son activadas al contacto con el suelo, haciendo de cada vuelo un posible ataque mortal.
“Los drones son adaptados de forma artesanal, con explosivos extraídos que a menudo llevan cartuchos de fusil calibre 5.56, pernos, espoletas caseras y detonadores modificados. Pueden afectar hasta 50 metros a la redonda. Si cerca hay una casa, una escuela, una familia… también reciben el impacto”, precisa el oficial.
Los artefactos no siempre funcionan. Si caen de lado, no explotan. Pero cuando lo hacen, el daño es letal.
Además, la otra característica de esta nueva modalidad de guerra aérea es que los drones no son kamikazes, no se destruyen en el ataque. Vuelan, sueltan el artefacto explosivo y regresan. Los grupos armados que los utilizan proceden a recargarlos para lanzarlos a otra misión mortífera.
Pero detrás de ese ataque hay un sistema aceitado, una cadena que empieza con una simple compra en internet de estos equipos voladores teledirigidos.
Desde cualquier parte de Colombia –o del mundo– se pueden conseguir piezas sueltas: motores, tarjetas, estructuras de fibra de carbono. Se arman como un rompecabezas y luego se transforman en armas. Todo puede empezar con una compra en Facebook, Mercado Libre o páginas de tecnología.
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Luego de la compra, solo necesitan la ubicación de entrega y les llega en un bus a Tibú o cualquier parte del Catatumbo. El paso a seguir es que alguien los recoge, los traslada, otro los arma y un cuarto los opera.
“No lo hace un comandante. Ellos tercerizan todo. Pagan a civiles, muchas veces jóvenes, para capacitarse legalmente como pilotos de drones en escuelas civiles. Solo necesitan una cédula y pagar el curso”, afirma el militar experto.
El Ejército ha detectado cómo varios de estos “pilotos” han recibido formación como si fueran a cubrir matrimonios, pero en realidad son parte de la estructura armada. “Los entrenan tres meses. Luego se van a la selva y se convierten en maestros”, revela otra fuente.
‘Combatientes expertos’
Un informe de Indepaz titulado ‘El cielo ya no es azul, ¿la guerra del futuro?’ hace referencia a que la reconfiguración armada conduce a los grupos ilegales a buscar expertos en ciertas áreas específicas “para adaptar sus estrategias a una guerra cada vez más tecnológica, fragmentada y controladora”.
Dice el análisis que ya no solo basta sumar combatientes en número sino que, entre otras, deben tener habilidades y experiencia operativa en manejo de drones y redes sociales, por ejemplo.
El informe de Indepaz referencia un hecho sucedido en Norte de Santander. “De ello da cuenta el caso de un hombre en Cúcuta, quien denunció haber sido contactado por el Eln debido a su conocimiento en el manejo de drones. Según relató, fue citado para capacitar a miembros del grupo armado en el uso de estos equipos. En la comunicación que recibió le solicitaron además la construcción de un dron capaz de transportar explosivos con un peso estimado entre 10 y 30 kilogramos”.

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Resistencia desde el Estado
El Ejército ha iniciado una carrera contrarreloj. Ya cuenta con herramientas de detección y anulación de drones, aunque reconoce que aún falta. “Una cosa es detectar. Otra, inhibir”, explica un técnico militar.
Las nuevas armas contra esta amenaza incluyen sistemas electrónicos que interrumpen la señal entre el dron y su operador. Si se logra, el dron pierde contacto, o al menos queda inmovilizado. Además, se creará un Batallón Antidrones con personal especializado.
“Estamos capacitando a las tropas. Cambiamos el chip. Esta guerra es diferente. La tecnología se combate con tecnología”, afirma otro oficial superior.
En el Catatumbo, la guerra con drones apenas comienza a despegar. Es un fenómeno emergente en fase de exploración táctica. En cambio, en el Cauca y el sur del Guaviare, se ha extendido de tal manera que allí se lanzan enjambres de hasta cinco drones contra posiciones militares o enemigos estratégicos. Mientras en el Catatumbo la amenaza asoma como una novedad inquietante, en esos otros territorios la guerra aérea artesanal ya se libra… y se perfecciona.
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La respuesta del Gobierno ante la guerra con drones
El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, presentó una estrategia integral para enfrentar los ataques con drones explosivos por parte de grupos armados ilegales, especialmente en regiones como el Cauca y el Catatumbo. Las medidas incluyen:
-Tecnología antidrones: Inversión de $20.000 millones en sistemas para detectar e inhibir drones hostiles.
- Refuerzo de inteligencia militar: Mejora de capacidades tecnológicas para anticipar y responder a estos ataques.
- Movilidad aérea modernizada: Renovación de la flota del Ejército para una reacción más rápida y eficaz.
- Ofensiva contra ilegales: Se ofrecen vías de desmovilización, pero se advierte una ofensiva total del Estado contra quienes persistan en la violencia.
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