El célebre Gabriel García Márquez, en 1948, escribió para la sección ‘Punto y aparte’ del diario El Universal de Cartagena, el texto: El jueves es un día híbrido, que habla de su apatía hacia este día de la semana y ‘era mejor morir un viernes’.
El texto, recopilado en la publicación Gabo Periodista, editada por Héctor Feliciano y producida con el apoyo de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), cobra vida si se tiene en cuenta que el jueves 17 de abril murió el Nobel en México.
Lo cierto es que de acuerdo con el texto que escribió hace 66 años, el jueves era un día cargado de misterio.
La Opinión reproduce el texto de Gabriel García Márquez, una de las tantas joyas literarias que plasmó durante sus 87 años de vida:
“El jueves es un día híbrido. Una torrija del tiempo, sin sabor ni color, sin otra justificación que la de obligarnos a gastar un pedazo de vida que podríamos utilizar en cosas más útiles. Las horas que malbaratamos un jueves podrían servirnos para hacer más blanda la almohada del domingo.
Nos servirían para moler con sosiego, con calmada mansedumbre, los recuerdos que el lunes, en las primeras horas, nos vienen como anillo al dedo.
Podrían agregarse a la poética sustancia del martes, que es el luminoso día de casarse, de embarcarse, de irse -a espaldas de sus sueños y sus esperanzas- con su gastada música a otra parte.
Algunos minutos nos servirían para redondear la cálida fruta del miércoles, que se mece en los árboles del tiempo con una indecisión de mujer pensativa. Nos servirían para diluir la niebla tormentosa del viernes, que es la estación de la hechicería, la niñez asustada que aprende a descifrar el alfabeto de los astros. Las del jueves son, finalmente, veinticuatro horas que podrían servirnos para adelantar los relojes del sábado.Pero el jueves, a pesar de todos los inconvenientes, sigue siendo verdad en nuestro calendario. Despertamos a su simple claridad, a su desabrida transparencia, con la sensación de estar desembarcando en una isla estéril, triste de vegetación, rodeada por las aguas de las horas vividas.
Yo creo que el jueves no sirve ni siquiera para morir. Entregarnos al gozo de la muerte después de haber molido los minutos de tres días fecundos, productivos, es -más que una simplicidad- una tontería.
Este trajín diario, este devanarse la cabeza sobre un alfabeto mecánico, para que usted, señor lector, tenga al mediodía algo de que lamentarse; este tratar de ser algo sin conseguirlo, de nada valdrían si un jueves cualquiera, sin premeditación y sin despedirnos de nadie, nos acostamos sobre la yerba de la muerte.
Lo indicado es, si nuestra resolución es irrevocable, esperar hasta el viernes, día en que, por su carácter, luctuoso, la vulgaridad de morir puede resultar una definitiva manifestación de elegancia.Indiscutiblemente, el jueves es un día entre paréntesis. Sólo sirve para escribir sobre su inutilidad cuando no es posible desarrollar otro tema de mayor importancia”.