Entre los casi 700 graduados de la Universidad Uniminuto, este miércoles, había uno que llamaba la atención, vestido con su toga y su birrete, se trataba del campeón de la vida, el técnico Luis Fernando Montoya, quien nuevamente se convierte en un ejemplo al graduarse como Licenciado en Educación Física, Recreación y Deporte a sus 66 años y superando sus limitaciones físicas.
Desde que llegó a la sede de esta universidad en Bello, en su rostro se podía ver la emoción que sentía, como cuando ganó la Copa Libertadores de América en 2004 dirigiendo al Once Caldas, o cuando nació su hijo José Fernando. Había un orgullo y una alegría especiales en la expresión de su rostro y en el brillo de sus ojos.
Llegó acompañado de su amigo incondicional, Luis Alfonso Sosa, sus dos hermanos, José Félix y Juan David, su enfermera Maité y su terapeuta respiratoria Andrea. Tal vez ellos, más satisfechos y contentos que él porque, junto a su hijo José Fernando y su esposa Adriana, no han desfallecido desde hace 19 años cuando un cobarde ataque lo dejó postrado en una silla para toda la vida. Pero lo que no pudieron acabar fue su voluntad de vivir y las ganas de superarse y salir adelante.
Cuando arribó a la ceremonia les pidió a los medios de comunicación que estaban presentes, a través de sus acompañantes y el personal de logística de la universidad, que le dieran un espacio para que lo prepararan para tan solemne momento, ya que como es entendible no quería que lo grabaran viéndose vulnerable, sino con el traje correspondiente para la ceremonia.
Después, lo ubicaron en la mitad del recinto entre los cientos de jóvenes que también recibirían su diploma. Siempre atento al discurso del rector, en sus ojos se podía ver que cavilaba y reflexionaba. Seguramente, en las palabras que iba a decirles a los presentes.
Fue el último en ser llamado al frente para que fuera por su diploma. Le sostuvieron el micrófono y su discurso puso los pelos de punta a los presentes.