En la aldea global todo está conectado. Así a simple vista no lo parezca, las noticias que se ven en las pantallas o se leen en los diarios inciden de manera profunda en la cotidianidad. Por ejemplo, el alto costo del papel —y por ende los altos costos de los libros– es la secuela de la guerra en Ucrania —un conflicto cuyo escenario está a casi veinte horas de vuelo de Colombia—, el problema de los contenedores —el incremento de los fletes de productos de Asia a Occidente— y el ascenso sostenido del precio del dólar.
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Juan David Correa, director literario de Planeta Colombia, utiliza una expresión muy gráfica para referirse al asunto: “Se trata de una tormenta perfecta”. Todo esto ratifica la famosa frase del científico Edward Norton Lorenz: “El aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas”. Aunque pensada para hablar de los fenómenos atmosféricos, la tesis resulta útil para entender el funcionamiento de la economía planetaria.
En este caso —para seguir con la metáfora—, el aleteo fue múltiple y el tornado consistió en un aumento del 30 % del precio del papel, cuenta Gustavo García, director de la editorial Ícono y presidente de la Red de Editoriales Independientes de Colombia. Un pliego que hace unos meses costaba 380 pesos hoy puede alcanzar un costo de 700 pesos. Este hecho, por supuesto, tiene un impacto en el precio con el que el libro llega a las estanterías de las librerías o a los catálogos de las plataformas virtuales.
Cosa curiosa: un fenómeno económico y de comercio internacional tiene repercusiones en el espectro de las lecturas. También hace más cautos a los editores a la hora de dar el visto bueno a las obras que serán llevadas a la imprenta. El argumento es obvio: si la inversión es mayor, el riesgo es más alto. Y siendo esto así, las fichas se les ponen a los autores que garantizan buenas y rápidas ventas. A fin de cuentas pocos negocios acarician la rentabilidad cuando la materia prima de sus productos sube de precio tres veces al año. Esa ha sido la historia del papel en 2022, dice Roger David Sánchez, editor del CES.
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Las industrias nacionales de papel han dejado —cuenta Gustavo— de producir las variedades necesarias para el sector editorial. Tal decisión genera una dependencia del papel hecho en otras latitudes.