Corría la mañana del lunes 12 de junio de 2006. "Se murió el bombero más antiguo de todos, dijo la tenienta Mary Sarmiento, al tiempo que se secaba las lágrimas.
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Ella y sus compañeros del Cuerpo de Bomberos de Cúcuta fueron a despedirse de la sede que los cobijó por 46 años, y a presenciar el desmonte de la sirena y la vieja torre, en la que la mayoría recibió el bautizo de agua y fuego.
En perfecta formación bomberos, aspirantes, personal de enfermería, administrativo, y oficiales se dispusieron a hacer la clausura del toque de sirena.
El antiguo sistema sonoro se silenció ese lunes, en medio de un emotivo acto. Después de medio siglo de servir como símbolo tradicional de la ciudad.
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La operación significó el fin del trasteo de Bomberos Voluntarios desde la calle 10, frente al hotel Tonchalá, hasta los antiguos talleres de la EIS, para dar paso al gigantesco centro comercial Ventura Plaza, cuya construcción empezó días antes de ese aquel junio de 2006.
El último toque
Para esa fecha, el comandante del Cuerpo de Bomberos de Cúcuta, Aldemar García, pasó revista al personal en formación.
Luego del saludo protocolario fue entonado el himno de la institución, que sonó a despedida y nostalgia.
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Afuera de la sede estaban familiares de los funcionarios bomberiles, curiosos y periodistas que querían saber sobre la vieja torre y la sirena, que eran las homenajeadas.
El honor de activar el último toque le correspondió a los bomberos más antiguos, entre ellos los capitanes Juan Tomás Toloza García y Silvano Mojica, y el teniente Agustín Díaz, con 35 años de servicio ininterrumpido.
Luego se escuchó el sonido ronco de la sirena, quizá cansada por tantos años de trabajar como el reloj del mediodía de los cucuteños y servir de ave agorera anunciando los incendios.
Durante los 30 segundos que duró el pito, las lágrimas asomaron en los ojos de muchas personas que vivieron en ese recinto buena parte de sus vidas, donde se probaron como hombres y mujeres al servicio de la comunidad.
La sirena, que según los veteranos de la institución vino de Europa, donde sirvió para avisar de bombardeos durante la II Guerra Mundial, finalmente fue bajada del pedestal que ocupó durante 45 años.
Pero para sorpresa de todos, no fue fabricada en Italia o Alemania como aseguraban, sino en Illinois (Estados Unidos), con capacidad instalada de cinco caballos de fuerza, 3.200 voltios y 5,8 amperios.
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Lo que sí está confirmado, es que fue traída por Luis Clavijo, quien tenía una oficina de importación en la zona de frontera.
En 1961 el municipio pagó la instalación y desde entonces solo fue bajada dos veces para hacerle mantenimiento y, ese lunes, fue la tercera y definitiva para cambiar de sitio.
Sonido amigo
Más de dos generaciones crecieron con el famoso sonido del mediodía que anunciaba la hora de irse a almorzar.
Cuando se escuchaba, instintivamente la gente miraba el reloj para confirmar que la mañana había terminado y empezaba la tarde.
Pero así como un solo y sostenido toque era para marcar las 12:00, tres activaciones simultáneas alertaban que estaba ocurriendo un incendio en la ciudad y cuatro que el siniestro era en un lugar distinto a Cúcuta.
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Esto servía para alertar a los bomberos para que acudieran a atender la emergencia cuando no existían teléfonos fijos, celulares ni otros medios modernos de comunicación.
Se hacía un toque especial, que era más prolongado, para los incendios forestales.
También se usaba para anunciar la muerte de un miembro de la institución.
También el sistema sonoro era activado para abrir y cerrar las jornadas electorales y en fechas especiales de Cúcuta.
La torre vieja, de 35 metros de alta, que fue inaugurada el 12 de abril de 1923 cuando empezó el servicio del telégrafo inalámbrico entre Cúcuta y Bogotá, será remplazada por una más moderna para las comunicaciones, pero el futuro de la sirena es incierto.
Las directivas del organismo de socorro calculan que en seis meses será instalada en la nueva sede de la avenida 6 No. 1-50, del barrio Callejón.
Una torre para iniciar a los bomberos
La estructura metálica de Bomberos, que ayer empezó a ser retirada, le sirvió a la institución para múltiples propósitos.
Además de haber sido instalada allí la sirena, fue fundamental para las comunicaciones y para el entrenamiento del personal en rescates de altura.
Los iniciados en el oficio de socorristas debían pasar allí varias pruebas de valor y destreza, subiendo con lazos o descendiendo, según fuera la orden del superior a cargo del adiestramiento.
Después de una preparación que duraba hasta dos años, los nuevos bomberos eran bautizados en la torre.
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Ese lunes de 2006, para despedirse de la sede que fue demolida en una buen porcentaje, bautizaron cinco nuevos miembros de la institución.
Andrea López, una menuda mujer, de 19 años, auxiliar de enfermería, se vinculó al organismo en septiembre de 2005 y se graduó el 2 de febrero.
Como es tradición entre los bomberos, le fue puesto un arnés y la mojaron con el agua de apagar incendios.
Un padrino le dio un golpe con una pala en los glúteos y simultáneamente la izaron con una cuerda en medio de la risa y algarabía de todos.
Así los nuevos bomberos recibieron la alternativa y quedaron aptos para enfrentar las llamas y cualquier otra emergencia.
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