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Y de ñapa, martes 13
Lo que nos faltaba, un día de agüeros, en pleno mes de las brujas. Ya uno no sabe ni qué pensar.
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Lunes, 12 de Octubre de 2020

Ojo pelao. Hoy es martes 13, y todo el mundo sabe lo que eso significa. En martes, ni te cases ni te embarques ni de tu casa te apartes, dicen.  ¿Qué tal que de pronto por irse de viaje o por estar enamorando o sencillamente por salir a darse su vueltón, el bicho ese se le prenda y usted resulte pringao? 

El otro día, en épocas sanas, salir pringao era ir donde las muchachas de vida alegre (¡ni tan alegre!) y que le prendieran una blenorragia (en términos castizos, una gonorrea), enfermedad temible y temida, que se curaba con sólo tres inyecciones de penicilina. Pero ahora pringar es que el animalejo chino se le encarame a uno. ¡Y eso sí es grave! Puede suceder cualquier día si no se toman las medidas protocolarias que dicen (tapabocas día y noche, jabón, alcohol y gel a cada rato, y de lejitos todo), pero por ser hoy martes 13, una combinación fatal, la cosa puede ser más peligrosa.

Los griegos le tenían miedo al martes, porque su nombre viene de Marte, el dios de la guerra, el peleador, el de malas pulgas. Me comentaba una amiga estudiosa de los dioses, que Marte vivía con la piedra afuera, como los petristas después de la libertad de Uribe, que no se les puede hablar. No sé si será verdad. No me he encontrado con ningún petrista.

Dicen otros estudiosos de la historia antigua, que un día martes fue cuando se formó el miercolero en la Torre de Babel, la que construían los humanos   para llegar hasta el cielo, de agache, sin pagar peaje. Dios dizque los castigó un martes. Eso dicen. Se enredaron todos. Pedían ladrillo y les llevaban agua. Decían escalera y entendían pala. En lugar de mezcla les llevaban piedras. Mejor dicho, una completa Torre de Babel. Allí dizque nacieron los idiomas, me dijo la amiga, que le jala bonito a eso de las lenguas.

Y con lo del 13, la cosa puede ser peor. Al número 13 le temen como al mismísimo Patas. Dicen que en Estados Unidos en los edificios muy altos, no hay piso 13. Del 12 pasan al 14. Yo no me he puesto a contarlos, pero puede ser cierto. Y  todo porque aseguran que el 13 es un numerito que trae mala suerte.  

En la Última Cena había 13 congregados para partir el pan. Jesús contó cabezas, se dio cuenta del vainazo y, nervioso como estaba, de inmediato quiso poner  remedio. Llamó a Judas y le dijo: “Lo que tengas que hacer, hazlo ya. Vete”. Jesús lo hizo para que quedaran sólo 12. Quedaron 12, pero ya el mal estaba hecho. El hijuetantas ya se había comprometido a entregar al bueno de Jesús a sus enemigos. El tipo ese día estaba con una camiseta número 13. Pero no era la amarilla. Ni la rojinegra.

Las leyendas se cuentan por montones. Ciertas o falsas, pero se siguen transmitiendo de generación en generación. Cada quien verá cómo las interpreta. Pero, por siaca, es mejor no dar papaya. 

Era lo que nos faltaba en esta pandemia que aún no termina, en esta cuarentena que dizque va a volver a comenzar con toda la rigurosidad del comienzo. Lo que nos faltaba, un día de agüeros, en pleno mes de las brujas. Ya uno no sabe ni qué pensar.

Todavía recuerdo aquel lejano día de mi infancia cuando me tumbó una mula y me partí un brazo. Menos mal que era un sábado. Donde hubiera sido un martes 13, hasta la nariz me la hubiera descoñetado.
 

gusgomar@hotmail.com

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