De las cosas buenas de Adán y Eva, fue el no tener que ir a la escuela. Parece que nacieron aprendidos y les fue muy bien en el Paraíso hasta que se comieron lo que no se han debido comer y entonces se les dañó el caminado y se nos dañó a nosotros, sus descendientes.
Y no es que sea malo ir a la escuela. Algo se aprende, aunque también mucho se desaprende. Lo que pasa es que cada día se va haciendo más difícil, por lo costoso que resulta, sobre todo teniendo en cuenta lo que piden escuelas y colegios en asuntos de útiles escolares.
Los tiempos cambian, sí señor. La gente de mi generación, los que estamos ya en la tercera y otras edades, no tuvimos en la infancia el suplicio de tener que cargar un morralado de cuadernos, libros y chécheres de los que ahora exigen. Una pizarra, con almohadillita para borrar y un frasquito con agua, era lo único que la maestra exigía.
Al año siguiente, cuando ya cancaneábamos las letras y las primeras lecturas, nos pedían una cartilla. Nada más una cartilla. Ni siquiera cuadernos, porque el Ministerio de Educación regalaba un cuaderno de cincuenta hojas para cada estudiante, con el mapa de Colombia y las tablas de multiplicar en las portadas, y un letrero grande: Prohibida la venta. En las portadas interiores estaban el escudo, la bandera y el himno nacional. Regalado por el gobierno, como ya lo dije. ¿No lo creen? Pregúntenles a su mamá o a su papá. O a sus abuelos.
En el quinto de primaria, los más pudientes compraban un librito, llamado Citolegia, una especie de enciclopedia donde se encontraba lo que un estudiante de primaria debía saber. Pero no era obligatorio.
En cuanto a los uniformes, sólo exigían el de ir a misa los domingos y desfilar en las celebraciones patrias: Camisa blanca, pantalón negro, de dril, y cotizas blancas. Nada de uniforme de diario, ni de educación física, ni de gala.
Qué diferencia con lo que cuesta hoy la educación de un hijo, sin contar con que los cursos escolares se duplicaron. A los siete años, cumplidos, se ingresaba al primer año de escuela. Hoy, para llegar al primero hay que pasar por Párvulos, Prejardín, Mediojardín, Jardín, Transición 1 y Transición 2. Y como si fuera poco, al finalizar cada año el niño se gradúa, con toga, birrete y pago de derechos de grado y fiesta de grado.
Enero es el mes del atortole de los padres de familia. Sé de mamás que se han desmayado al ver la lista que el colegio pide para su hijo de tan solo tres años: Matrícula, pensión, cuadernos, libros, juego de reglas y compases, caja de lapiceros y colores, caja de matemáticas, tijeras, sacapuntas, borradores, block, cartulinas, morral, canguro, delantal, lonchera, uniformes, papel higiénico, toallitas…
La lista es larga y largo el precio que los sufridos papás deben pagar para que su hijo se eduque. Y entonces uno se pregunta: ¿Será que la educación de hoy es mejor que la de antes?