La partida definitiva de Abdón Espinosa nos ha dejado a los colombianos un hondo ejemplo de lo que fue el significado de esa trayectoria vital.
Desde temprana edad mostró claras señales de su talento y además de su carácter, y supo, a través de una labor persistente y esforzada, calar en los altos círculos de las ciencias económicas, de la política y del periodismo. Y precisamente esa férrea disciplina que imprimió a todos sus actos lo fueron señalando como la persona indicada para desempeñar muchas actividades de enorme responsabilidad.
En el campo económico manejó dos veces las finanzas públicas del país en difíciles momentos, habiendo sido su labor de un excepcional reconocimiento por el éxito con que logró sortear difíciles momentos para la economía nacional. En la política su nombre fue siempre, al lado de su hermano Augusto, un referente para muchos presidentes como Eduardo Santos, Alberto Lleras, Alfonso López y Virgilio Barco. Y en el periodismo, supo mantener durante largas décadas una de las columnas mas leídas por los sectores económicos como producto de los serios y fundamentados análisis que hacía; en este campo también fue subdirector, gerente y accionista del diario El Tiempo.
Ese hombre de baja estatura, de sonrisa permanente y de un enorme carácter, era el mismo que sabía opinar con determinación y conocimiento de muchos de los problemas del país, en donde además sabía describirlos con una exquisita pluma que no era otra cosa que el producto también de su enorme formación humanística que tenía.
En una oportunidad me dijo que uno de los grandes problemas que tenía este país, era la falta de criterio para pensar en grande y decía que la gente se asustaba cuando estaba en frente de grandes escenarios y terminaba tomando decisiones con los dictados de la pequeñez. “Yo fui pequeño, y tal vez por eso me hice a la idea de que no tenía por qué tenerle miedo a lo grande”, agregaba.
Su rectitud a toda prueba, impidió que llegaran a involucrarlo en ninguna clase de situaciones bochornosas, e hizo que su vida transcurriera en medio de un sendero que desprendía afectos y reconocimientos.
En medio de ese portentoso carácter que exhibía sin ambages y con una firmeza admirable, también se dejaba notar su calor humano, su sentimiento familiar acendrado, su compromiso afectivo con todo aquel que lo mereciera y su capacidad para darle a cada quien su valor. Se ha ido un gran colombiano.