Samuel Hender Liévano hará un mes me impuso una deliciosa tarea por las redes: repasar el imperio bizantino y el otomano. Una tarea bonita, pero al mezclar la velocidad de los vídeos y la confrontación con los textos escritos, hoy, escasamente voy llegando al año 650 de los 1453 años de guerras, con la sombra al fondo de los germanos.
Desde entonces los bárbaros llegados del norte, anglos, sajones, francos, visigodos, vándalos, ostrogodos. simbolizan guerras y atrocidades, llevaron a Teodosio a dividir el decaído imperio romano en dos frentes: El Romano de Occidente con núcleo en Roma que sucumbió en el 476 al que voy llegando de la que se inicia la edad media, y el de Oriente apuntalado en Bizancio en todo el mediterráneo oriental.
Bueno, el prolegómeno, es para traer a colación la situación actual del país, distraído en palabrejas y en nombres de personas como pretexto para alcanzar el poder. Palabrejas como la polarización, a la que le dan ribetes políticos traumáticos, cuando la realidad de la democracia occidental se funda en ella. Tomar partido con la fuerza de unas convicciones ideológicas, que toleran las demás igualmente fuertes y posiblemente conciliables, o con ventanas de construcción de posibles consensos es la razón del pensamiento libre y de la participación ciudadana. Eso es lo que orienta el constitucionalismo moderno.
Es el escenario actual latinoamericano y no los nombres pretexto: Federico Fico Gutiérrez o Gustavo Petro Urrego.
Se trata de escoger entre el desastroso socialismo siglo XXI que tantos males ha causado en América latina que encarna Petro Urrego y el Liberalismo económico, con libre mercado, reducción del gasto público, garantía de la propiedad privada con función social y desregulación económica que propone Fico Gutiérrez. Lo demás son discusiones estériles, bizantinas, entendidas estas como largos y etéreos debates, que no responden a los problemas vitales del país como la superación de la exclusión, de la pobreza y la desigualdad.
Desde las bancas del colegio, nos enseñaron que las discusiones bizantinas, eran aquellas que distraían para frustrar la verdad de los contrarios. Discusiones que anestesiaban y no dejan ver la llegada del mal.
En esa estaban en Bizancio, discutiendo si los ángeles tenían sexo, cuando los Otomanos los cercaron en el siglo XV, los sorprendieron y fue el fin.
Adenda: Con FICO salvamos lo poco que nos queda. Votemos temprano.