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¡Un pelo en la Biblia!
Yo no lo leí, pero me lo contó alguien, dicharachero, mentiroso y  digno de poca credibilidad.
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Jueves, 16 de Abril de 2020

Uno puede encontrarse un pelo en la cama y no saber de dónde es. O encontrarse un pelo en la sopa y no saber de quién es. Pero encontrarse un pelo en la Biblia y que digan que es un pelo milagroso, eso sí es algo insólito, increíble, algo “traído de los cabellos”, literalmente.

El cuento es este. Dicen que la noticia apareció en un periódico (de los que se están cerrando por la temporada). Yo no lo leí, pero me lo contó alguien, dicharachero, mentiroso y  digno de poca credibilidad. Y aquí empieza lo misterioso del asunto: Que a pesar de yo no creerle, el cuento me fascinó como para escribir esta columna, diciéndome que tan pronto la terminara, correría a mi biblia de lujo, con empastado de cuero, letras góticas e imágenes full color (como decían los impresores) a comprobar lo que les voy a contar. 

Sucedió que, en tiempos de esta cuarentena, en algún lugar del mundo, a una señora  se le apareció un niño rubio, ojiverde el condenillo, que con voz preciosa le dijo:

-Id a la biblia y encontraréis allí una señal del cielo, que le servirá   a toda la humanidad para protegerse contra el  virus exterminador de la humanidad.

La señora, renqueando y como pudo, se fue a toda mecha hacia la biblia que tenía dentro de los libros viejos, destinados al olvido.  Pasó y pasó hojas del Antiguo, del Nuevo, releyó el Génesis, el Deuteronomio y, cansada de ojos y dedos, se detuvo en los Salmos donde encontró una pestaña. La señora no sabía qué señal buscaba, y al hallar el pelo, cayó de rodillas en acción de gracias al Cielo. Había encontrado la señal: un pelo. Y por un pelo el mundo se salvaría. Tal vez por eso es que algunos dicen: Encontré un pelito que me salvó la noche.

La noticia se regó como pólvora, las redes sociales se saturaron y cada quien le añadió algo de su propia cosecha. Que había que buscar pelos en la biblia, sin importar el tamaño, forma, color, olor u otros signos. Era un pelo y eso bastaba.  

Mi amigo, el que me transmitió el cuento, dice que, haciéndose el toche, como que sí y como que no, fue a su biblia y ¿saben lo que pasó? También se encontró su pelo.  A esas alturas, ya la gente decía que para la sanación o la prevención, el pelo hallado debía hervirse con tres ramas de hierbabuena, unas gotas de limón y unas pepas  de jengibre. Santo remedio. 
   
El tal Coronavirus, o su inventor desalmado, no sabía lo fácil que era hacerle frente y derrotarlo: agua de pelo. Aunque no de cualquier pelo. Debería ser pelo de biblia. Hallado en la biblia. Porque un pelo se puede encontrar en cualquier parte. De día o de noche. Pero son pelos vulgares y hasta pecaminosos. En cambio, para hacerle frente a esta pandemia, el pelo debería estar purificado en las páginas del libro sagrado. 
   
El hombre –mi amigo- hirvió el pelo en una jarra de agua y, a falta de jengibre, le echó canela y clavo, consumió su pócima, le llevó al lecho a su compañera y guardó el resto en la nevera. Ahora están ambos seguros y protegidos contra la pandemia. Eso me dijo. Y hasta un video me mandó, con su biblia, su pelo y su agua hervidamente milagrosa.
   
Después de oírlo y verlo, me animé y fui a mi biblia, a la pata de mi pelo salvador, crespo, lacio, con pintura, sin colorido, como fuera. Gasté horas enteras de mi descanso de cuarentena, y nada. Todo fue en vano. Busqué en los salmos, la pasión del Señor, las cartas, el apocalipsis, los libros de Noé, de Jacob y de Matusalén. No he encontrado  pelo alguno por ninguna parte. En esas ando, pero estoy por creer que mi pelo no es de este mundo.
   
Varias dudas me desvelan en este encerramiento: ¿De dónde sacará Dios o el diablo o quien sea, tantos pelos para tanta gente que estará hoy, tratando de conseguir su pelo en una biblia?  Porque si es obra del Maligno, uno supone que los condenados y condenadas deben tener toda su pelambre chamuscada.  Y si es cosa del cielo, casi todos los santos que uno ve, son calvos. Otra cosa: Con tanto peluquero venezolano que nos ha llegado, y tan de moda la depilación, los pelos seguramente se están acabando. ¿Y entonces? ¿Y si uno pone el pelo, será que no tiene la misma validez?  ¿O acaso el pelo en las Sagradas Escrituras no será señal de que  algún lector devoto se está quedando calvo? 
   
Finalmente, un consuelo me reanima a mí y a los que no han encontrado un pelo en estos días, ni siquiera en la biblia: Que los que estamos en gracia de Dios no necesitamos que ningún pelo se nos aparezca. Con nuestra fe nos basta y nos sobra. Lo demás vendrá por añadidura, dijo el Señor.

gusgomar@hotmail.com

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