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Un impeachment fallido
Lo primero que hay que decir es que Trump ha cumplido con su programa.
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Viernes, 14 de Febrero de 2020

La decisión del Senado de los Estados Unidos de no aprobar un proceso de destitución (impeachment en inglés) del presidente Trump, era un tema cantado, debido a las mayorías republicanas que controlan esa Cámara, a pesar de los actos de furia de la señora Pelosi, cabeza de la oposición demócrata. Como este es un proceso político, poco importa si se considera que había razones válidas para la sanción, que además tiene mucho de subjetivo, dependiendo si Usted está favor o en contra de Trump, tirantez que está alcanzando cotas desconocidas en la potencia americana. En Colombia tenemos el antecedente de Ernesto Samper, contra quien habrían pruebas suficientes para mandarlo a la justicia, pero por tener las mayorías congresionales logró evitar su destitución y posterior juicio. Cuanto le costó al país esa decisión, es una valoración en la que aún hay mucho sesgo, principalmente en defensa de esa decisión, pero es claro que marcó un punto de inflexión para la debacle actual, y las implicaciones de la decisión política en el caso Trump es lo que hay que analizar para el próximo futuro.

Lo primero que hay que decir es que Trump ha cumplido con su programa “Estados Unidos primero (America first)”, pues las cifras económicas de hoy en ese país son buenas, probando una vez más que si la economía va bien, la gente olvida los riesgos políticos, y apoya al que lo logró.

Y ese parece ser el primer efecto de la decisión del “no impeachment”: la probabilidad que Trump sea reelecto subió, y eso es palpable pues dos demócratas de alto perfil como Hillary Clinton y Michelle Obama se abstuvieron de ir a la primarias demócratas, dejando candidatos de bajo perfil o novedosos en política junto al candidato Bernie Sanders, el Petro gringo, sólo que bastante más mayor.

En el frente de geopolítica, Trump ha “exigido” pago por dar seguridad a terceros países amigos, decisión algo desacertada, y en echar para atrás decisiones de Obama como su apoyo a Cuba y Venezuela, así como la “inocencia” con el acuerdo nuclear de Irán, que debía vigilar Naciones Unidas, entidad que día a día muestra más incompetencia para vigilar procesos, por cierto sesgo ideológico que ha cogido, lo que parece una buena decisión. Irán y Venezuela son hoy grandes factores de desestabilización en sus regiones, mostrando una vez que el apaciguamiento rara vez lleva a la paz, pero casi siempre lleva al Nobel de paz. Trump jama ganaría el Nobel de paz por el acuerdo que propuso entre Israel y Palestina, por su sesgo judío; si el sesgo hubiera sido hacia Palestina es casi seguro que se lo daban. La Academia Nobel noruega cada año pierde más credibilidad, como Naciones Unidas. A pesar de ese buen enderezamiento de la política frente a extremistas, el gobierno Trump no muestra una política clara en lo exterior, que tranquilice a la mayoría. Trump tiene latente en el fondo el clásico aislacionismo gringo del mundo exterior.

Pero es en el frente de complejas decisiones multilaterales, donde el gobierno Trump se ha convertido en un riesgo serio. La principal de ellas el cambio climático, donde su sesgo de ultraderecha gringa, hace que un tema de esa gravedad se complique aún más. Igual sucede con los derechos de minorías, la compra libre de armas, la libertad religiosa, y otros similares, donde su actuar ha sido cuando menos torpe. 

En Colombia, la reelección de Trump mostrará a un Trump más endurecido con el tema de la droga, y frente a Venezuela, ya que es su último período. La solicitud de 400 millones de dólares más que está pidiendo para Colombia en su lucha contra la droga (no para “implementar” la paz), así lo deja entrever.

El gran problema es que personajes en blanco y negro como Trump hacen subir a populistas como Bernie Sanders, cuya elección, en el  improbable evento que se produzca, nos pondría a todos en riesgo de izquierda estilo cubano. Si Obama fue a Cuba a saludar a Raúl Castro y a dejarse insultar de Fidel, y sentó a su secretario de estado a hablar de tú a tú con las farc que todavía estaban en negociaciones, con Sanders, Nicolás Maduro pasaría de ser el enemigo continental número 1 del continente americano, a ser aliado cercano del viejito Sanders. 

Como en el matrimonio, los juicios políticos a los primeros mandatarios se deben aceptar con todo lo bueno y todo lo malo que ellos implican, así marquen para el país que se embarca en esta aventura, un punto de inflexión, un antes y un después en la política de ese país. 

La elección colombiana de la presidencia de 2022, posterior a la gringa, estará influenciada por aquella. Ese efecto, es la parte nuestra del coletazo del “no impeachment”. Trump 2.0, como dicen en Hollywood, vendría más agresivo que nunca.

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