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Un domingo que hará historia
La crisis de la política es ante todo una de credibilidad, que le abrió las puertas a una de legitimidad.
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Domingo, 5 de Junio de 2022

Desde que Colombia es república, hace 200 años, los presidentes de Colombia siempre han sido de uno de los partidos establecidos. El próximo 19 de junio dejará de ser así. Así de crudo, así de simple. La razón es sencilla y dramática, la crisis que de manera continuada avanzó en el último cuarto de siglo - con enormes afinidades con lo que sucede a escala mundial -, y el punto de ruptura se dio el domingo pasado. Ese día asistimos al final, por no decir a la muerte de la política como la hemos conocido en términos de su estructura fundamental, los partidos, de sus operadores y responsables, los políticos tradicionales, y de sus prácticas electorales y proselitistas.

La crisis de la política es ante todo una de credibilidad, que le abrió las puertas a una de legitimidad. Crisis que debilitó la democracia e hizo que el ciudadano pudiera abrirse a la voz fuerte y afirmativa del caudillo de turno que llena el vacío político generado. Es un ciudadano, básicamente de clase media que se siente despreciado por los políticos quienes, salvo excepciones, solo lo tienen en cuenta en tiempos de elecciones para capturar su voto; desprecio que vive como un abandono. Son una legión de ciudadanos frustrados, que se sienten además utilizados y despreciados por los partidos y los políticos; de remate, viven temerosos ante un futuro que especialmente en estos tiempos, se presenta incierto y amenazante y que deben afrontar en soledad y abandono.

Es claro que Rodolfo Hernández tomó por sorpresa a la campaña de Petro y su urgencia de ganar en primera vuelta. La estrategia Petrista se centraba en recrear el escenario de polarización de hace cuatro años al presentar la candidatura de Federico Gutiérrez como expresión del uribismo con Álvaro Uribe convertido en una especie de fantasma que permite alimentar la para ellos necesaria polarización.

El anhelo Petrista lo arruinó Rodolfo Hernández con una postura auténtica y su discurso sencillo y directo sobre temas concretos, que lo conectó con un electorado fundamentalmente de clase media, gracias a una estrategia electoral moderna, estructurada sobre los gigantescos avances en las tecnologías de las comunicaciones. Hernández encarna una novedad política; su estilo y su imagen son las de un caudillo “de nueva generación”, así tenga 77 años, que aprovecha las nuevas posibilidades para tener una comunicación ágil, oportuna, focalizada y de bajo costo.

Adiós a las grandes y costosas manifestaciones en plaza pública propias de la vieja política, semejantes al espectáculo de los actuales conciertos de los cantantes de moda; adiós igualmente a los debates donde ya no se confrontan planteamientos sino acusaciones y recriminaciones. Adiós al maniqueísmo de “ellos y nosotros”, para confrontar y descalificar. Con Hernández aparece un “caudillismo de centro” con su epicentro social en la clase media; caudillismo por el origen de la candidatura y el peso definitivo de la persona del candidato, y de centro porque se coloca por encima de la polarización entre fuerzas políticas enfrentadas para enfocarse en los enemigos del ciudadano de a pie: los políticos y partidos ladrones y corruptos que literalmente le roban al pueblo los recursos para su bienestar y desarrollo.

Caída la vieja política queda el espacio y la necesidad de reinventarla en todas sus dimensiones; no con nostalgia de lo que fue, sino sintonizada con lo que estos tiempos permiten y que Colombia reclama como nación y con ella todos y cada uno de sus ciudadanos. La experiencia de Hernández da pistas válidas para construir las nuevas fuerzas políticas, eso sí, democráticas y plurales y sin caudillismo.

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