Hace algunos años, cuando empezaron los vientos de agosto (que por lo general comienzan desde julio) me preguntó un inquieto amigo, con ínfulas de investigador:
¿Te has dado cuenta –me dijo- que las mujeres no echan cometas? ¿Y te has preguntado por qué? ¿Cuál es la razón por la que los papás no les enseñan a las niñas a jugar con este artefacto de papel, que lucha contra el viento en busca de una navegación serena y feliz a través de los aires?
La verdad, yo no había pensado en la cosa, pero las preguntas sacudieron mi intelecto, no muy habituado a pensar, y desde entonces vengo echándole cabeza al meollo.
Cuando la competencia de cometas se puso en todo su furor, cuando vi que el cielo cucuteño se llenaba de cometas, los domingos de agosto, me puse la gorra de dominguiar, unos yines rotos que por ahí tengo, la franela de un político que aún conservo y unos tenis viejitos que hace tiempo me acompañan, y me fui a hacer un recorrido por las lomas de la ciudad.
Fui a Cristo Rey, a La Libertad, a la Loma de Bolívar, al Diviso, al recién inaugurado monumento en la loma del Antonia Santos, y en todas partes, en todas las alturas cucuteñas, encontré el mismo fenómeno: Eran niños varones, muchachos y adultos hombres, quienes echaban al aire sus cometas. Las pocas señoras que vi, eran mamás que trataban de enseñar a sus pequeños hijos varones, el arte de elevar y hacer que se mantengan las cometas en el aire. Pero me di cuenta que las pobres señoras trataban de enseñar algo que no sabían. Y sus resultados, obviamente, eran catastróficos y frustrantes.
Entonces me hice la pregunta de mi amigo: ¿Por qué? ¿Es éste, acaso, un deporte machista? Contacté a la precandidata presidencial Piedad Córdoba y me dijo que ella jamás se había entretenido en esos juegos distractores del capitalismo, que utiliza esa clase de artimañas para que el pueblo olvide sus problemas. Dijo que ni su mentor Fidel Castro ni el comandante Chávez, ni el cucuteñísimo Maduro, ni sus mujeres, se habían entretenido en esas jugarretas.
Hablé luego con Claudia López, otra precandidata, quien a grito entero se vino contra los que promueven juegos que discriminan a las mujeres, que deben tener los mismos derechos que los machos, según sus propias palabras.
Me fui a la historia y encontré que las cometas, o barriletes como les dicen en Ocaña, desde el comienzo han sido manipuladas por varones, más que por mujeres. Los inventores fueron chinos y no chinas. Los ejércitos utilizaban cometas para comunicarse en los campos de batalla, y los ejércitos son conformados por hombres, no por mujeres. Se dice que Benjamín Franklin, varón, utilizaba cometas con colas de alambre para estudiar fenómenos atmosféricos como el rayo. Y así sucesivamente.
Viéndolo bien, las cometas no son el único juego en el que no participan las mujeres. Las mujeres juegan fútbol, pero no echan trompo. Las mujeres se agarran a trompadas en la lucha libre, pero no juegan a las metras o pipas de cristal. Las mujeres participan en competencias de bicicrós, pero no en las vueltas a Colombia en bicicleta ni en el Giro de Italia. Las mujeres saben tirar, en competencias de tiro al blanco en el ejército o en la policía, pero no echan barquitos de papel en la calle cuando llueve a montones.
Pienso que no hay por qué preocuparse. Ojalá las niñas volvieran a jugar con muñequitas y con ollitas y con espejitos, para que cuando grandes sean mamás dedicadas a su hijos y a cuidar a su marido y a los oficios de la casa, en lugar de andar metiéndose en las cosas de los hombres. Por eso estamos como estamos con mujeres en la guerrilla, mujeres en la política y mujeres en el altar. ¡Nos cargó el patas!