Cien días de Petro. Muy difícil encontrar un Gobierno que haya hecho tanto daño en tan poco tiempo. Para hacer un ejercicio objetivo, empiezo por lo positivo. La reanudación de las relaciones con Venezuela.
Estábamos demorados en hacerlo. La estrategia del cerco diplomático de Duque fue un rotundo fracaso. Ahora bien, tras el restablecimiento diplomático había que buscar la consecución de nuestros objetivos estratégicos frente al hermano país y por ahora tal cosa no solo no se ve sino que parece haber la tentación de entregarse a Caracas.
Preocupa en particular que no se avance en conseguir la colaboración del régimen venezolano para no permitir la presencia de grupos armados ilegales colombianos en su territorio. Y fue un error grave decidir que los diálogos con los elenos sean en Venezuela. Tampoco ha sido positivo el manejo con Nicaragua.
Nombró como embajador a un acusado por narcotráfico, legitimó la dictadura de Ortega ausentándose de una sesión de la OEA en que se le condenaba, cambió los agentes colombianos en los casos en La Haya con el pretexto de que la defensa fue “estúpida”, resultado de una supuesta visión centralista y la ausencia de un abogado raizal.
He sido muy crítico de esa defensa. Pero la excusa de Petro es mentirosa, es irónico que haya nombrado como agente a Eduardo Valencia, parte del equipo desde su inicio, que se haya apartado al sanadresano Kent Francis James, abogado que ya había intervenido en La Haya, y en cambio haya designado como coagente una bióloga.
Petro ha incumplido su oferta de fortalecer la carrera diplomática, nombró embajadores a personas imputadas judicialmente, que no hablan inglés y sin ninguna calidad para ejercer la diplomacia.
Se ha acercado a Cuba, Irán y Rusia, malas compañías, y se ha alejado de los Estados Unidos, en un esfuerzo de distanciamiento que no ha ido a mayores por decisión de Washington. Mientras tanto, el canciller pasa de agache con el conflicto de interés de la compañía familiar dedicada a conseguir nacionalidades europeas a nuestros connacionales.
En relación con los asuntos de defensa y seguridad solo puede rescatarse el discurso de luchar contra la corrupción al interior de la Fuerza Pública. Sin duda hay que dar ese combate de manera decidida. Por ahora, sin embargo, todo son palabras.
En todo lo demás las políticas y declaraciones de Petro y su gobierno solo han traído perjuicios. El resumen, reitero lo dicho en otras ocasiones, es el debilitamiento de la Fuerza Pública y, en paralelo, el fortalecimiento de las organizaciones criminales.
Recortó el presupuesto del Mindefensa, arrasó con las cúpulas militar y policial, prohibió los bombardeos a campamentos de los grupos armados ilegales, eliminó el servicio militar obligatorio, pretende acabar incluso el porte legal excepcional de armas, etcétera.
Y, por el otro lado, busca negociar de nuevo con las disidencias y premiar la traición de los reincidentes, puso en marcha la más grande operación de lavado de activos de la historia al ofrecerle a los criminales que se queden con el 10% de sus bienes malhabidos, pretende no usar glifosato ni siquiera para aspersión manual, negociar con los narcos, perdonar los delitos de la primera línea y legalizar los que se cometan durante las protestas, condicionó la extradición.
La paz total es la claudicación del imperio de la ley, la entronización de la impunidad y el arrodillamiento del Gobierno frente a los narcos. Consecuencias: irrespeto permanente a la autoridad, fortalecimiento de las organizaciones delincuenciales y un aumento de la violencia y la inseguridad ciudadana.
Y con certeza vendrán más narcocultivos y más cocaína. Queda la economía, quizás lo peor de todo, que es mucho decir. Será objeto de la próxima reflexión.