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Las universidades se han dedicado a ofertar programas, vender matriculas y lucrarse inmisericordemente.
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Viernes, 23 de Junio de 2017

En nuestro departamento existe una total desarticulación entre la universidad, el Estado y sector productivo; lo cual nos hace daño al impedir la definición de un modelo económico unificado en el que todos aportemos para sacarlo adelante. Esta desarticulación nos ubica en un escenario en el que el individualismo y el interés particular definen el rumbo de la acción de cada uno de ellos, dejando una estela de daño imperceptible que se esconde impunemente en la insonora voz de quienes estan siendo afectados por esa falta de coherencia lógica y necesaria.

La principal causa de la desarticulación tiene que ver con la falta de pertinencia de la educación superior, entendida como la correspondiente congruencia y coherencia de ésta, con las condiciones y necesidades sociales, acorde con el modelo productivo de las regiones. Esto implica necesariamente que las universidades oferten formación académica acorde con las necesidades locales. 

La consecuencia de dicha falta de pertinencia en la educación, la constituye el hecho de que el sector productivo no se vea alimentado del recurso humano formado que éste requiere para sacar adelante su proceso productivo o de comercialización. Pero no quiero referirme a esta por ahora, sino a la que considero esta lesionando más y generando una violencia social no apreciada. Me refiero a los miles de jóvenes profesionales, que por falta de pertinencia educativa hoy ven sus sueños y los de su familia frustrados, por no acceder a un lugar en el que puedan desarrollarse profesionalmente, después de tanto esfuerzo  y sacrificio.

Las universidades se han dedicado a ofertar programas, vender matriculas y lucrarse inmisericordemente, dejando una estela de profesionales frustrados a los que ni siquiera  ayuda a insertar al aparato productivo porque no tiene relación con este. Los empresarios se quejan que no cuentan con profesionales acordes a las necesidades de su empresa; la universidad, que la empresa no abre los espacios. Pero si producimos manufacturas de cuero y marroquinería por ejemplo, ¿para que tantos abogados y administradores financieros?

El Estado debe entrar a tomar cartas en este fenómeno social, orientando a través de su política pública y definiendo la vocación productiva de la región. Al tener claridad conceptual del rumbo a seguir, debe definir juntamente con las universidades la oferta académica pertinente, la cual deberá revisarse periódicamente evitando una posible saturación del mercado laboral.

Qué triste para una familia que el esfuerzo de años en sacar adelante un hijo profesional, se traduzca en una alegría momentánea de la fiesta de grado y en la agonía permanente de ver que pasa el tiempo y no puede desarrollarse en lo que estudió. No necesitamos jóvenes con títulos profesionales en las salas de la casa exhibidos como una medalla que se obtuvo por ganar algo. Necesitamos jóvenes inmersos en el desarrollo regional, aportando y construyendo un mejor futuro para ellos, sus familias y por consiguiente para todos.

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