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Segundo tiempo
La Constitución ofrece un piso suficiente para enfrentar los retos presentes y futuros del país. Pero al Presidente eso poco le importa.
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Domingo, 7 de Julio de 2024

Empieza el segundo tiempo de la era Petro –un periodo marcado por el exceso de anuncios, promesas y expectativas–. Parafraseando el dicho futbolero, mucho toque-toque, pero con resultados tangibles que dejan mucho que desear. Lo que más destacaría es el subsidio a los adultos mayores en condiciones de indigencia, algo que se podía haber hecho desde 2023 si los recursos se hubieran incorporado al presupuesto de ese año.

El Presidente parece cada vez más enfocado en ganar las elecciones de 2026. Los cambios en el gabinete indican el interés por meterse de lleno a una nueva campaña. Gustavo Petro ha demostrado que es buen candidato. Es hábil para responsabilizar a otros de los problemas del país –y de sus propios errores–. Sabe atacar a sus adversarios y ponerlos a la defensiva. Lo que no sabe es liderar un equipo y obtener resultados.

Cada vez estoy más convencido de que la propuesta de convocar una asamblea constituyente tiene un fin puramente electoral. La idea es convertir los comicios en una especie de plebiscito alrededor de la necesidad de una nueva constitución. El voto por el ‘Sí’ representaría el cambio, lo que sea que eso quiera decir. Petro jugará a calificar a quienes se le opongan de retardatarios y defensores del statu quo. Ese es el juego en el que no nos debemos dejar meter.

Al contrario de lo que predica el Presidente, Colombia no necesita una nueva constitución. La calidad de las instituciones se mide en función de la estabilidad que generan y, al mismo tiempo, la capacidad de adaptarse a un mundo cambiante. Lograr ese balance no es fácil, pero la Constitución de 1991 pasa la prueba ejemplarmente. Ha tenido la solidez para enfrentar momentos de gran complejidad económica y política, como las crisis de 1998-2000 y más recientemente la pandemia.

En lo político ha permitido librar la guerra y negociar la paz, en un contexto de mayor pluralismo; Gustavo Petro es el mejor ejemplo. También ha servido como plataforma para grandes cambios en temas álgidos, como el aborto y los derechos de las minorías, incluyendo los de la población LGBTIQ+. Claramente no es una constitución estática ni retardataria. Todo lo contrario. Hay buenas razones para que ciertos sectores se opongan a algunas de las decisiones de la Corte Constitucional, pero todo el país las acata.

La Constitución ofrece un piso suficiente para enfrentar los retos presentes y futuros del país. Pero al Presidente eso poco le importa. El propósito de la constituyente no es otro que asegurarle un futuro a su proyecto político. Sabe que para ese fin le resultaría funcional reintroducir la figura de la reelección presidencial, además de aumentar la representación política de regiones en las que su movimiento es particularmente fuerte.

Tampoco me sorprende que sectores de la extrema derecha quieran hacerle eco a la propuesta del Presidente, pues piensan que no se debe perder la oportunidad de medir fuerzas y, de paso, unir a la oposición que hoy luce fragmentada. Esto es un gran error, pues el país pierde, como perdió Chile al contraponer una constitución de izquierda con una de derecha. Las elecciones pueden servir para que el país dirima esa controversia, pero no la Constitución.

Lo ocurrido esta semana en Reino Unido es un buen espejo en el que Colombia podría mirarse. Los votantes premiaron el liderazgo sensato, moderado e incluyente de Keir Starmer. La población no quiere debates ideológicos o peleas de egos: quiere soluciones en campos como el de la salud, donde el modelo estatal está en crisis. El pragmatismo de centro de Starmer ha propuesto reformarlo para introducir al sector privado; es algo de lo que el gobierno Petro debería tomar nota.

La ciudadanía necesita soluciones concretas a sus problemas. Hace una semana, en Villavicencio, fue evidente que más que una constituyente lo que se requiere es gestión para reforzar la seguridad, que ha retrocedido en parte por el crecimiento de los cultivos ilícitos y la falta de recursos para la operación de las Fuerzas Armadas, especialmente en el campo de la aviación.

Aquí lo que se requiere es saber priorizar y ejecutar proyectos. Las constituciones no deben ser el espacio para echarse pulsos políticos y someter al país a una gran dosis de incertidumbre. Ya con la que produce el Presidente tenemos suficiente.


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