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Se quemaron los fantasmas
Por la calle del cementerio dicen que sale una llorona loca, que sale por allí, que sale por allá...
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Martes, 31 de Octubre de 2023

Por algún momento llegué a creer que mi vecino, el candidato que montó su sede en la casa de los fantasmas, sacaría muy buena votación, contando, por supuesto, con la ayuda de los espíritus de otros mundos. Yo creo en los fantasmas y en los seres de ultratumba. Y creo que llegan y se aparecen y nos dejan mensajes.

Me críe escuchando relatos de la Luz Corredora, y la Gritona y del pescador barquero que una vez con su red pescó un lucero, y el pescador desde entonces no volvió a pescar. Una noche oscureció el bohío y sin vida encontraron al barquero porque de celos se desbordó aquel río, entró al bohío y se llevó al lucero. Y uno de niño se asustaba escuchando aquellos relatos, que a veces se convertían en canciones, o en coplas (Esto dijo el armadillo, saboreándose una fruta// si a yo me sale un espanto, qué susto tan hijuemadre).

De la Luz Corredora decían que una mujer había ahogado a su hijo acabado de nacer, ahí no más, en el pozo de la Palma, a la vuelta del pueblo, y en castigo sale en noches oscuras a gritar y llorar lastimeramente por su hijo, y que con sus gritos atrae a los que la oyen para ahogarlos en el río.

Pero hay fantasmas que no hacen daño, sólo asustan, como las sombras que se ven entre sombras en la biblioteca Julio Pérez Ferrero, donde funcionó hace años el hospital san Juan de Dios.   Dicen que son los espíritus de los que allí murieron, y que vuelven, no a leer libros, sino a recoger sus últimos pasos. Eso dicen. Y que por eso, Julio García-Herreos, el director de la biblioteca, siempre anda con un perro, Fausto, que lo defiende de los y las mortales, y lo cuida de los espíritus malignos.  Fausto es serio, ni siquiera saluda, ni bate la cola. Pero no le pierde patada a Julio.

Por la calle del cementerio dicen que sale una llorona loca, que sale por allí, que sale por allá… Es una canción del Checo Acosta y habla de Tamalameque, pero aquí por los lados del cementerio también dizque salen espantos, mujeres atractivas, con falda a medio muslo y sonrisa embrujadora, haciendo señas de que “ven, mi amor, vamos a la ratonera”. Ignoro qué será la ratonera, pero el que cae, dizque descubre en el lecho si no a una gorda, estilo Botero, a una flaca, puros huesos: la pelona. En ambos casos, el susto es de muerte.

En mi casa vecina, la de los fantasmas convertida en sede política, los espíritus silenciaron sus voces durante la campaña. Ya no hubo a la media noche más aullidos lastimeros como peleas de gatos, ni sonido de cadenas arrastradas por el suelo. Pero en cambio se consiguieron un equipo de sonido gangoso y chillón que prendían todos los días a la hora de la siesta. Como a mí me gusta la música pegajosa y pueblerina, dejé de echarles madrazos y me sumé a la fiesta del triunfo. El domingo me llevé a toda la familia a votar por el candidato de los fantasmas. Pero los espíritus nos hicieron pistola y no nos ayudaron y perdimos. La arrechera que nos dio fue porque en la otra campaña estaban pagando cien mil por el voto. Pero a mi casa no entra la corrupción. Aunque la plata, sí.  

No fueron mis vecinos fantasmas los únicos quemados. Se quemó también, en el país, el fantasma del petrismo que nos tenía poposeados del susto y el agua lejos. ¡Gracias a Dios¡


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