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San José
Los que no nos llamamos José, pero somos devotos del santo, también estamos de fiesta.
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Martes, 19 de Marzo de 2024

Hoy están de fiesta los Josés (con tilde), los Joses (sin tilde), los Chepes, los Joselines, los José Ángel, los José del Carmen, los José María, los José Alfredo, los José José, los José de los Santos, las Josefas, Joselitas, Josefiinas,  Marías José, las Hermanas carmelitas de san José,  y muchas más. Lo que quiere decir que por todo el mundo y en todos los idiomas hay Josés.

Y están de fiesta el municipio de san José de Cúcuta, la catedral de san José, la diócesis de san José de Cúcuta, el colegio san José, la clínica san José y el barrio san José. Por algo será.

Los que no nos llamamos José, pero somos devotos del santo, también estamos de fiesta. A mí, en particular, es el santo que más me gusta, tal vez por su humildad, su sencillez y por ser el padre adoptivo de Jesús. No me gusta, eso sí, que en la novena de aguinaldos lo llamen padre putativo de Jesús. Me suena feo. Tal vez porque recuerdo aquella vez que, estando yo ya volantón, de pantalón largo, mi mamá me dijo:

-Cuidadito, mijo, usted se va a meter allá donde las zorras.

-¿Zorras, mamá?

-Sí, donde las putas. Esas que viven por el camino del río. Y no se haga el machete.

Yo me hice la cruz. Jamás entré donde las zorras de mi pueblo, ni donde las zorras de la ciudad.

La palabreja me cae mal. De resto, todo bien. Es muy poco lo que se sabe de la vida de aquel José, ya entradito en años, que un día se instaló en un local por la calle larga de Nazareth,  al que a brochazos, le puso nombre: “Carpintería don Jose”, (sin tilde). Y le añadió con letra más pequeña: “Se hacen taburetes, baúles, estantes y vitrinas”.

La calle larga es la misma que en otros pueblos llaman calle real, o calle del comercio. En Las Mercedes iba desde la botica de don Miguel Ordóñez, a la orilla de la quebrada, hasta Punta Arrecha, a la salida para Sardinata, pasando por frente a la iglesia, por la toma del agua y por la casa de balcón de don Ángel Botello. Pero estamos en Nazareth, de Judea, no en Las Mercedes, de Sardinata.

Por aquella calle de judíos,  tenían que pasar todos los que iban hasta el pozo de piedra en busca de agua, y fue allí donde José le echó el ojo a una muchacha bonita, callada, alegre y llena de gracia. Y se llamaba María. Él la saludaba muy risueño y a veces hasta la acompañaba al pozo a ayudarle a sacar el agua. Con una agarradita de mano, una picadita de ojo y una sonrisa, el hombre la fue flechando. Y un día de verano se le declaró. Que a él le gustaría quererla, que sus intenciones eran buenas, y que estaba necesitando una mujer cuidadosa que le atendiera la casa mientras él se dedicaba a los taburetes, los baúles y los estantes.

María se mostró esquiva en un comienzo, pero al fin mordió el anzuelo, y el carpintero fue hasta donde don Juaco y doña Ana, los padres de María, a pedir la entrada  y a pedirla para el casorio.

El hombre muy decente, se sometió al  interrogatorio de los viejos, y se los ganó a carreta. Finalmente le hicieron la prueba de la varita, igual que a otros pretendientes. Al que le floreciera la varita, ese sería el escogido por Dios Y la varita le floreció a José. Sucedió eso un 19 de marzo, del año upa.


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