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Replantear la relación con Venezuela
Yo vengo sosteniendo, en privado y en público, que lo que estamos haciendo es inútil. No sirve para cambiar el régimen político en el hermano país y tampoco sirve a los intereses de Colombia.
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Martes, 4 de Febrero de 2020

La recaptura de Aída Merlano en Venezuela ha dado lugar a un debate al que vale la pena entrar. 

Están quienes sostienen que el gobierno no puede solicitar a Maduro la extradición de Merlano porque, dicen, sería legitimar el régimen chavista. Según esta posición, lo de Maduro es una dictadura y Colombia no debe tener relaciones con esos gobiernos. No dudo de que el de Maduro es un régimen autoritario, pero es irrelevante. Lo que sí importa es la coherencia. Y en este punto lo cierto es que Colombia ha tenido y tienen relaciones diplomáticas y comerciales con regímenes autoritarios a lo largo y a lo ancho del planeta. Recordemos las que tenemos con Cuba, Nicaragua y China, todos regímenes autoritarios. Y no veo a nadie pidiendo que rompamos relaciones con esos estados. 

El problema, entonces, no estaría en la naturaleza del sistema político venezolano, sino en el hecho de que Colombia desconoce el gobierno de Maduro y, en cambio, reconoce como jefe de gobierno a Juan Guaidó. Y que pedirle la extradición de Merlano a Maduro supondría, tácitamente, admitir que Guaidó no tiene el poder. 

Pues bien, ocurre que eso es exactamente lo que sucede en la realidad. Guaidó no tiene poder alguno. Aunque no nos guste, quien detenta el poder en Venezuela, todo el poder, es el chavismo. Y el jefe del chavismo es Maduro. Por tanto, pedirle a Guaidó la extradición de Merlano, como se especuló que se haría, sería una tontería sin sentido. Si se quiere que Merlano sea enviada a Colombia, tendrá que ser a través del gobierno de Maduro. Habrá quienes no quieran, por cierto, el regreso de la ex parlamentaria. Yo sí. Que venga y cuente todo lo que sabe sobre la corrupción política en la Costa, caiga quien caiga. 

Pero ese no es el tema. Lo que abre el incidente de la captura de Aída es la posibilidad de replantear la estrategia de Colombia hacia Venezuela. Yo vengo sosteniendo, en privado y en público, que lo que estamos haciendo es inútil. No sirve para cambiar el régimen político en el hermano país y tampoco sirve a los intereses de Colombia. 

Ni siquiera le sirve a la popularidad del gobierno de Duque. De hecho, lo desgasta. Como advertí en su momento, después del momentáneo repunte en las encuestas de principios de año pasado ha venido una caída generada, entre otras razones, por la frustración ciudadana frente al discurso que repitió, sin fundamento en la realidad, que Maduro se caería. Y no, ahí está, empobrecido, repudiado por muchos, pero sólido y más fuerte que hace doce meses. 

El régimen tiene, entre otros, el respaldo de los militares y con eso le basta. Y la oposición venezolana es un desastre de rencillas, egos y vanidades, y falta de visión política. Perdió la calle. Está dividida e infiltrada. Y todos, Estados Unidos y Guaidó también, han abierto la puerta para negociar con el chavismo. Duque tuvo la oportunidad el año pasado de ser el arquitecto de una verdadera transición a la democracia en Venezuela y la dejó pasar. Oposición y chavismo terminaron recurriendo a Noruega, España, Cuba. Y nosotros nos quedamos viendo un chispero. 

Lo que debe primar en el relacionamiento con Venezuela son los intereses estratégicos de Colombia, no posiciones ideológicas o personales. El primero de ellos, conseguir que el territorio venezolano deje de ser el refugio y el espacio de aprovisionamiento logístico de los grupos armados colombianos. Por cierto, la extradición de Márquez, Santrich y Pablito sería muchísimo más importante que la de la Merlano. Después, detener el flujo de migrantes venezolanos. El país está pagando un costo altísimo y no aguanta un migrante más. Finalmente, los asuntos económicos: revitalizar el comercio fronterizo, el pago del par de miles de millones de dólares debidos por Venezuela a empresas colombianas, el acceso de Ecopetrol a campos petroleros en el hermano país, la venta de energía colombiana y la preparación para la importación de gas. 

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