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Remeros
Es el camino Venezuela, que Colombia empezó a recorrer con Samper, y continua hoy con Duque.
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Sábado, 20 de Abril de 2019

Existe un cuento alegórico en teoría de manejo empresarial, conocido como los remeros. Y dice que en una competencia remo olímpico, donde cada equipo consta de 8 remeros y un timonel, el equipo colombiano participó en una competencia internacional de remo y quedó de tercero. 

Ante eso la burocracia olímpica creó un “comité” que analizará porque no podían ser campeones. 

La comisión, como todas las comisiones, estaba integrada por personajes desconocedores del tema a analizar, pero en cambio eran abogados o economistas expertos en diversas disciplinas y de gran trayectoria en diversos puestos públicos, “útiles para el tema a tratar”, como secretarios de tránsito, procuradores regionales, gerentes de institutos descentralizados o corporación ambiental regional. 

Algunos habían sido todo eso. Después de un sesudo análisis de la doctrina y en busca de optimizar recursos para destinarlos a la “inversión social”, la comisión recomendó bajar un remero y subir un experto en coaching, que inspirará al grupo. 

Con él coaching quedaron de quintos entre doce. Nueva decisión de la comisión: al grupo le falta estrategia, por lo cual, bajaron otro remero y pusieron un experto en estrategia. 

Quedaron de séptimos en el siguiente torneo. ¡Innovación!, gritó la comisión, hay que innovar. 

Tercer remero fuera, e ingresó un experto en innovación. Décimos. La Comisión bajo todos los remeros menos uno y puso expertos en teoría de restricciones, círculos de calidad, HSEQ y competitividad. 

Últimos. La comisión se reunió por última vez y concluyó que el único remero que quedaba era el responsable de la hecatombe, pues no hizo su mejor esfuerzo.

El cuento viene a colación ante la noticia que, en los últimos años, quince mil colombianos habían sacado su dinero del país, devolviendo incluso el pasaporte, lo cual significa ni más ni menos que renunciar a la nacionalidad. Se bajan los remeros. Mientras no se entienda que la generación de riqueza es campo de los privados, seguiremos en la cola del desarrollo, y mientras auto justifiquemos el estado elefantiásico, el mayor destructor de valor posible, las expectativas son “maduristas”. Cada reforma tributaria, justificada en una supuesta inversión social y el correspondiente crecimiento del estado, es como subir un experto que no sabe de remo a la barca, y bajar un remero.

Respecto a los problemas de movilidad en el país, la Universidad de los Andes en Bogotá en sus 60 años de fundación, realizó un estudio donde además de pronosticar el crecimiento exponencial de las motocicletas, advertía que había un límite de velocidad urbano, por debajo del cual no se podía descender, porque en ese punto se generaba un fenómeno de desocupación. Todo el que pudiera abandonar la ciudad, la abandonaría, cayéndose en una trampa de pobreza, donde solo quedaban los que no tenían recursos para irse. El caso ya es patente en Bogotá.

Con los impuestos, digo yo, pasa algo similar: después de cierto nivel de tributación, el que puede busca sacar su dinero, pues después de ese punto, empieza el no retorno de la economía de mercado, con el ascenso de los afectos a la teoría estatista. Es el camino Venezuela, que Colombia empezó a recorrer con Samper, y continua hoy con Duque.

Solo una reducción brutal del gasto estatal, y el desmonte de la “jurisprudencia” estatizante, tan afecta a las cortes, evitará qué en cuanto a desarrollo, tratemos de vivir con un único remero hasta que éste fenezca. Ya quedan muy pocos remeros en la balsa colombiana: la mayoría los bajó el acuerdo Santos-farc. Ante el desempeño económico del gobierno Duque hasta el momento, todo llama al pesimismo. En esa competencia llamada desarrollo, el equipo-país llamado Colombia, tiene muy pocos remeros y mucho experto en dialéctica ideológica, lo que nos tendrá siempre en los últimos lugares, cerca de perdedores natos como Cuba-Venezuela o Nicaragua. 

Manuel Guillermo Camargo Vega
Bogotá, abril de 2019

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